El pasado 15 mayo, al término de la primera reunión con los obispos de Chile, el Papa Francisco les entregó un texto de diez páginas con duras críticas al mal manejo de los casos de abusos sexuales, y en el que advierte que la remoción de personas no es suficiente para solucionar el problema en la Iglesia local.
“Los problemas que hoy se viven dentro de la comunidad eclesial no se solucionan solamente abordando los casos concretos y reduciéndolos a remoción de personas; esto –y lo digo claramente- hay que hacerlo, pero no es suficiente, hay que ir más allá. Sería irresponsable de nuestra parte no ahondar en buscar las raíces y las estructuras que permitieron que estos acontecimientos concretos se sucedieran y perpetuasen”, expresó el Papa en el texto que fue difundido por la prensa chilena.
En ese sentido, Francisco se detuvo en “tres situaciones que se desprenden” del informe “Misión especial” que elaboró Mons. Charles Scicluna luego de escuchar los testimonios que acusan a Mons. Juan Barros de encubrir los abusos sexuales cometidos por el sacerdote Fernando Karadima. Entre estos está la denuncia de “destrucción de documentos comprometedores”.
“La investigación demuestra –escribió el Papa– que existen graves defectos” en el modo de actuar ante las denuncias de abusos, no pocos “calificados muy superficialmente como inverosímiles” y otros que fueron “investigados solo a destiempo o incluso nunca investigados”, ocasionando escándalo en los denunciantes y en los que conocían los hechos.
Además, se detectaron “graves problemas” en la etapa de formación de muchos que después serían abusadores, con graves acusaciones “contra algunos Obispos o Superiores que habrían confiado dichas instituciones educativas (seminarios y noviciados) a sacerdotes sospechosos de homosexualidad activa”.
Además, el informe recogió declaraciones sobre “presiones” contra quienes “debían llevar adelante la instrucción de los procesos penales o incluso la destrucción de documentos comprometedores por parte de encargados de archivos eclesiásticos”.
Esto evidencia “una absoluta falta de respeto por el procedimiento canónico y, más aún, unas prácticas reprobables que deberán ser evitadas en el futuro”, señala el informe.
“En el informe de la ‘Misión especial’ mis enviados han podido confirmar que algunos religiosos expulsados de su orden a causa de la inmoralidad de su conducta y tras haberse minimizado la absoluta gravedad de sus hechos delictivos atribuyéndolos a simple debilidad o falta moral, habrían sido acogidos en otras diócesis e incluso, en modo más que imprudente, se les habrían confiado cargos diocesanos o parroquiales que implican un contacto cotidiano y directo con menores de edad”, criticó el Papa.
Ante esto, Francisco dijo que “duele constatar” que en los últimos años de la Iglesia en Chile perdió fuerza la “inspiración profética” que pone a Cristo como centro, para dar lugar “a lo que podríamos denominar una transformación en su centro”.
“Dejó de mirar y señalar al Señor para mirarse y ocuparse de sí misma. Concentró en sí la atención y perdió la memoria de su origen y misión. Se ensimismó de tal forma que las consecuencias de todo este proceso tuvieron un precio muy elevado: su pecado se volvió el centro de atención”.
“La dolorosa y vergonzosa constatación de abusos sexuales a menores, de abusos de poder y de conciencia por parte de ministros de la Iglesia, así como la forma en que estas situaciones han sido abordadas, deja en evidencia este ‘cambio de centro eclesial’”, expresó.
El Pontífice exhortó a los obispos a cuidarse “de la tentación” de querer salvar la reputación y confesar comunitariamente la debilidad para así “encontrar juntos respuesta humildes, concretas y en comunión con todo el Pueblo de Dios”.
“La gravedad de los sucesos no nos permite volvernos expertos cazadores de ‘chivos expiatorios’. Todo esto nos exige seriedad y co-responsabilidad para asumir los problemas como síntomas de un todo eclesial que somos invitados a analizar y también nos pide buscar todas las mediaciones necesarias para que nunca más vuelvan a perpetuarse”, señaló.
“Sólo podemos lograrlo –afirmó– si lo asumimos como un problema de todos y no como el problema que viven algunos”.
Finalmente, Francisco alentó a “encontrar en las heridas de nuestro pueblo los signos de la Resurrección” y pasar de “ser una Iglesia centrada en sí, abatida y desolada por sus pecados, a una Iglesia servidora de tantos abatidos que conviven a nuestro lado”, capaz de poner en el centro “el servicio a su Señor en el hambriento, en el preso, en el sediento, en el desalojado, en el desnudo, enfermo, en el abusado”.
Los obispos chilenos estuvieron en Roma del 15 al 17 de mayo y sostuvieron cuatro encuentros con el Pontífice. Este viernes 18 dieron a conocer una declaración en la que los 34 prelados pusieron sus cargos en las manos del Papa Francisco “para que libremente decida con respecto a cada uno de nosotros”.
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