Remi Marzina Momica, un seminarista católico iraquí, ha experimentado en carne propia los horrores de la persecución contra los cristianos: en el año 2010 fue víctima de un ataque al bus en que transportaba a estudiantes cristianos a la Universidad de Mosul, y el año pasado se vio obligado a abandonar Qaraqosh, donde se ubicaba el seminario donde estudiaba, cuando el ISIS invadió Irak. Fue testigo de la expulsión de quienes se negaron a convertirse al Islam, y tuvieron que pagar un impuesto alto o enfrentar la muerte.
“Los cristianos estamos tan dispersos como los pedazos de una pieza de cristal que acaba de romperse. De ser un pueblo que vivía unido desde el Antiguo Testamento, nos convertimos en un pueblo sin patria, sin trabajo, sin escuelas, sin hospitales… ¡sin nada! Por estas razones yo me pregunto: ¿Dónde está toda la comunidad cristiana?”, declaró el seminarista a ACI Prensa.
Sobre el ataque a los buses Momica narra que había 25 buses que transportaban a 1500 estudiantes. Cuando pasaban junto a un puesto de control conjunto tripulado por soldados estadounidenses, iraquíes y kurdos, las dos bombas explotaron.
El impacto de la explosión deformó su rostro, dejó a 100 estudiantes heridos y ocasionó la muerte del dueño de un taller mecánico que estaba en la zona del desastre. “Los detalles del evento quedaron grabados en mi mente para siempre”, dijo.
El seminarista tuvo que pasar por nueve cirugías que solamente sirvieron para reconstruir su nariz. Su hermana, quien también viajaba en el bus, resultó gravemente herida pero no tanto como él.
“En el momento de la explosión, sentí que era el fin del mundo. Como si estuviera a bordo de una montaña rusa de miedo y de muerte que nunca se acaba. Las únicas palabras que podía pronunciar eran ‘¡Santa Madre ayúdanos!’”, describió.
Luego de esta experiencia, Momica se enteró de un ataque de los extremistas a una iglesia en Bagdad, donde asesinaron a los dos sacerdotes encargados y casi todos los fieles. “La sangre de los ‘cristianos inocentes’ que murieron durante el ataque a la iglesia fue una prueba de amor hacia Cristo, quien también fue perseguido y murió en la cruz por amor a nosotros. Esta es la verdadera esencia de los cristiano”, explicó el seminarista.
El ataque a Qaraqosh
Por otro lado, Remi Momica comentó que el peor azote de la persecución comenzó cuando el ISIS ingresó a Irak. Además, señaló que los cristianos de Mosul que no quisieron negar a Jesús ni pagar el impuesto que los terroristas pedían huyeron a Qaraqosh, la capital cristiana del país.
El ISIS atacó al Qaraqosh durante la noche. Los hombres se unieron al ejército kurdo armado con piezas “primitivas” y conocido como el “Peshmerga”, para defender la ciudad de los extremistas con su armamento moderno.
“Esa noche se desató una batalla en Qaraqosh: los militantes del ISIS bombardearon las casas. Uno de los misiles destruyó una vivienda y mató a dos niños, de cuatro y nueve años. También resultaron heridos tres niños, quienes estaban de pie delante de sus casas, y murió una mujer de 30 años”, narró el seminarista.
Mientras que el Obispo de Qaraqosh alentaba a los cristianos a quedarse y pelear, el seminarista y los sacerdotes de la ciudad consideraron como una mejor alternativa huir aprovechando la oscuridad de la noche ya que el ISIS había tomado las puertas de la ciudad.
“Allí comenzó el desplazamiento. Fue una experiencia terrible. No había transportes disponibles y la gente tuvo que escapar a pie. Caminamos un trecho largo, en medio de los bombardeos, llevando a los niños y bebés”, relató.
Momica además que los cristianos no tenían comida, ni agua, ni protección contra el calor pero que fueron alimentados con el alimento de la fe, fortalecidos con el amor de Dios y revestidos con las armas de Cristo.
El seminarista comentó que cuando las 100,000 personas que huyeron de Qaraqosh llegaron esa noche a la ciudad iraquí de Erbil, comenzó la lucha por la supervivencia. Los sobrevivientes tuvieron que dormir en las calles, en las veredas, en los parques públicos y dentro de las iglesias porque ningún ciudadano abrió las puertas de su hogar para acogerlos. Así, los cristianos debieron permanecer como en caravanas, sin puertas o ventanas que los protejan.
La familia del seminarista estuvo entre las personas que escaparon esa noche. Estaban su madre y los dos hijos de su hermano, de los cuales uno tenía seis años. Momica se encontraba en España durante el ataque pero recibió una llamada de su familia, quienes le dijeron que trataron de llevar a ocho personas en el pequeño auto de su hermano, pero estas no aceptaron porque su bebé podía morir a causa del calor.
Luego de varias horas de espera, el seminarista convenció a sus parientes de que debían huir. Ellos volvieron al auto y huyeron a Erbil. Allí se alojaron con otras familias en una iglesia hasta que alquilaron una casa, donde viven actualmente.
Cuando Momica volvió de España se reunió con su familia en Erbil durante un mes. Durante su estancia trabajó 18 horas diarias ayudando a los refugiados, que caían enfermos por causa del calor. Posteriormente, el Obispo le pidió que fuera al Líbano.
El seminarista dijo que cuando recibió la orden de su Obispo, él no quiso marcharse y le respondió que prefería quedarse para ayudar a los refugiados. Sin embargo, tuvo que obedecer y salió de Erbil. Momica ha viajado a Roma, Génova, Madrid, Córdova y Francia para hablar sobre la situación de los cristianos en Irak. También visita con frecuencia a su familia en Erbil.
Sobre los hechos ocurridos en Irak durante la navidad, este candidato al sacerdocio dijo que “la cultura de la palabra de Dios, del pueblo de Jesús, han sido olvidadas por los cristianos alrededor del mundo y que ellos han sido relegados a un oscuro destino”. Por ello, realiza un constante llamado a la comunidad internacional para que intervenga.
Traducido por María Ximena Rondón
Publicar un comentario