El Papa asegura que en Cuaresma “Dios quiere despertarnos del letargo”

En el rezo del Ángelus de este segundo domingo de Cuaresma, el Papa Francisco comentó el Evangelio de San Lucas que narra la Transfiguración de Jesús y animó a los fieles a “despertar del letargo interior” para poder “mirar hacia adentro y dedicar tiempo a los demás”. 

Desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre comentó el Evangelio de la Transfiguración de Jesús donde, según explicó el Papa, “sus vestidos se vuelven blancos y resplandecientes y en la luz de su gloria aparecen Moisés y Elías, hablando en Él de las Pascua que le espera en Jerusalén”. 

A continuación, el Pontífice citó el “sueño de los discípulos” que le acompañaban, que fueron los mismos que más tarde se durmieron en Getsemaní.  

Tomando este hecho como referencia, el Papa Francisco animó a los fieles a preguntarse si sienten “este sueño fuera de lugar en momentos que sabemos son importantes”. 

“Tal vez por la tarde, cuando nos gustaría rezar, estar más despiertos, pasar un rato con Jesús después de un día de mil carreras y compromisos; o cuando es el momento de intercambiar unas palabras con la familia, ya no tenemos fuerzas”, dijo.  

Ante esto, el Papa aseguró que la Cuaresma “es un período en el que Dios quiere despertarnos del letargo interior, esta somnolencia que no permite que el Espíritu se exprese”.  

“Porque, no lo olvidemos nunca, mantener el corazón despierto no depende solo de nosotros: es una gracia, y hay que pedirla. Los tres discípulos del Evangelio así lo demuestran: eran buenos, habían seguido a Jesús al monte, aunque solo con sus fuerzas no conseguían mantenerse despiertos. Pero se despiertan justo durante la Transfiguración”, dijo a continuación. 

Asimismo, el Papa señaló que “podemos pensar que fue la luz de Jesús la que los despertó. Como ellos, también nosotros necesitamos la luz de Dios, que nos hace ver las cosas de otra manera; nos atrae, nos despierta, reaviva el deseo y la fuerza para orar, para mirar hacia adentro y dedicar tiempo a los demás”. 

El Papa también invitó a los fieles a pedir ayuda al Espíritu Santo y aseguró que “es posible vencer la fatiga del cuerpo con la fuerza del Espíritu de Dios” y que el momento para hacerlo es la Cuaresma. 

“Después de las fatigas de cada día, nos hará bien no apagar la luz de la habitación sin antes ponernos bajo la luz de Dios. Démosle al Señor la oportunidad de sorprendernos y despertar nuestro corazón”. 

Para lograrlo, el Papa propuso abrir el Evangelio “y dejarnos asombrar por la Palabra de Dios, porque la Escritura ilumina nuestros pasos e inflama nuestro corazón". Y también a “mirar el Crucifijo y maravillarnos ante el amor loco de Dios que nunca se cansa de nosotros y tiene el poder de transfigurar nuestros días, de darles un nuevo sentido, una luz diferente e inesperada". 

Finalmente, el Papa Francisco se despidió de los fieles pidiendo a la Virgen María, "que nos ayude a mantener nuestro corazón despierto para acoger este tiempo de gracia que Dios nos ofrece". 

A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco: 

Evangelio según Lucas 

Lc 9, 28b-36 

En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén. 

Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía. 

No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo. 

Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto. 

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