El síndrome de Down no impidió a estas mujeres ser felices monjas de clausura

Desde hace algunos años en Francia las Hermanitas Discípulas del Cordero demuestran que el síndrome de Down no es un impedimento para entregarse por completo y con alegría a Dios. Aquí te contamos su historia.

Las 10 religiosas que hacen parte de esta congregación, única en el mundo por recibir a mujeres con síndrome de Down o trisomía 21, y cuyo nombre en francés es Petites Soeurs Disciples de l'Agneau, viven a unos 30 kilómetros al este de Poitiers en el centro de Francia.

Los orígenes de la congregación se remontan a la década de 1980, cuando la Madre Line sintió el llamado de responder a su vocación trabajando con niños y se hizo amiga de Véronique, una muchacha con síndrome de Down que se sentía llamada por Dios a la vida consagrada.

“Visité varias comunidades que recibían personas con discapacidad, pero vi que no había un lugar adecuado allí para ellas (mujeres con trisomía 21). Fue luego el encuentro con Véronique, una muchacha con síndrome de Down, lo que me dio la idea de un nuevo comienzo. Me dije que tenía que ayudarla a responder a su vocación”, relata la Madre Line a Vatican News.

Debido al síndrome de Down, Véronique fue rechazada en las congregaciones a las que postulaba. Vatican News explica que, dado que el Código de Derecho Canónico y las reglas monásticas no contemplan la admisión de personas con discapacidad a la vida religiosa, a la Madre Line y a Véronique les tomó 14 años que los estatutos y el estilo de su comunidad fueran reconocidos.

Su historia

La comunidad comenzó en 1985 en un pequeño departamento. Al poco tiempo otra joven con síndrome de Down se les unió. En 1990 le pidieron al entonces Arzobispo de Tours, Cardenal Jean Honoré, que las reconociera como una asociación pública de fieles. El apoyo del Purpurado en Roma permitió el reconocimiento de la congregación.

En 1995 y debido a su crecimiento, las Hermanitas tuvieron que mudarse. Se instalaron en Le Blanc, un pueblo con poco más de seis mil habitantes en la zona central de Francia. El entonces Arzobispo de Bourges, Mons. Pierre Plateau, las ayudó a ser reconocidas en 1999 como un instituto de vida contemplativa.

“Mons. Plateau fue realmente un padre para nuestra comunidad. Era muy cercano con quienes tienen síndrome de Down”, afirma la superiora de la comunidad. En 2011, ya con una capilla construida, obtuvieron el reconocimiento definitivo de sus estatutos, que fueron aprobados por Mons. Armand Maillard, sucesor de Mons  Plateau como Arzobispo de Bourges.

La Madre Line comenta que las religiosas son bastante independientes “porque la vida contemplativa les permite vivir a su propio ritmo. Para las personas con síndrome de Down los cambios son difíciles, pero cuando la vida tiene una rutina se manejan bien”.

En la comunidad las religiosas asisten a Misa cada martes en la capilla, tienen actividades como tejido y artesanías. Desde hace poco tiempo crearon un jardín de plantas medicinales. Además, explican, la comunidad tiene como uno de sus referentes a Santa Teresita de Lisieux.

La hermana Véronique recuerda que “han pasado 34 años desde que escuché el llamado de Jesús. He tratado de conocerlo leyendo la Biblia y el Evangelio. Nací con una discapacidad llamada síndrome de Down. Soy feliz, amo la vida, rezo. Pero estoy triste por los niños con síndrome de Down que no sienten esta misma alegría de vivir”.

“Para quienes, como Santa Teresa, se sintieron llamados a la vocación al amor, el camino ha sido largo, pero su paciencia y su fe dan grandes frutos. Jesús me hizo crecer en Su amor”, agrega la religiosa.

La hermana Véronique fue rechazada en varias comunidades, pero el 20 de junio de 2009 pudo hacer sus votos perpetuos como una hermanita discípula del Cordero.

“En una época en la faltan puntos de referencia en la sociedad o donde ya no se le encuentra sentido a la vida, nuestra comunidad quiere reafirmar el carácter sagrado de la vida y la persona humana, a través de nuestro humilde testimonio de vida consagrada a Dios”, explican las hermanas

La Madre Line resalta lo mucho que las religiosas con síndrome de Down aman a Dios y cómo “son muy espirituales”. “¡Sus almas no están discapacitadas! Al contrario, están cerca al Señor, se comunican con Él más fácilmente. Las otras hermanas de la comunidad admiran su capacidad de perdonar, de alentarlas y de encontrar esa frase propicia de la Biblia que les ayuda a darle sentido a cada día”.

Una pérdida y una invitación

En el 2013, la comunidad sufrió la muerte de la hermana Rose-Claire, quien tenía 26 años de edad. La superiora recuerda que las religiosas con síndrome de Down recibieron la noticia con serenidad, mirando lo ocurrido con los ojos de Dios.

"Cuando fui a conversar con ellas la mañana siguiente, una de ellas me dijo que ‘era el deseo del Cielo’, mientras otra me alentó: ‘Tenemos que ser fuertes. Tenemos fe’”, dijo.

En medio de un mundo que promueve la eficacia y la productividad, la Madre Line asegura que las religiosas con síndrome de Down “dan alegría a la sociedad y, por encima de todo, le dan amor al mundo. Un mundo que lo necesita mucho”.

Las Hermanitas Discípulas del Cordero invitan a las jóvenes a un tiempo de discernimiento, si es que se experimentan “tocadas por el espíritu de la pobreza y la devoción y que estén listas para ofrecer su amor sirviendo a Cristo”.

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