Unos 500 estudiantes de colegios jesuitas de distintos países destinaron una semana de sus vacaciones al “Pachacutí 2019” para servir a las comunidades necesitadas de Uruguay.
Pachacutí, en lengua guaraní significa “mundo al revés”. Es una instancia solidaria organizada por el movimiento ignaciano Castores del Colegio Seminario de Uruguay hace más de 15 años; e invita a participar a los otros colegios de la red ignaciana.
El Pachacutí de este año congregó a jóvenes de los colegios Seminario y San Ignacio de Montevideo, San Javier de Tacuarembó (Uruguay); del Salvador de Buenos Aires (Argentina); de la red jesuita de colegios de Chile; del Cristo Rey de Paraguay y Loyola Hichschool de Los Ángeles (Estados Unidos).
Alentados por el lema “El te convoca”, los estudiantes de entre los 16 y 18 años de edad fueron distribuidos en 30 grupos.
Partieron, desde Montevideo, llenos de alegría, expectativas y esperanza a los departamentos de Canelones, Colonia, Durazno, Florida, Lavalleja, Paysandú, Río Negro, San José, Soriano y Tacuarembó.
Se alojaron en iglesias, escuelas y cooperativas y dedicaron sus días a construir y reparar viviendas, escuelas y capillas, fraternizar con niños, ancianos y adolescentes, entre otros. También se nutrieron a diario de la liturgia.
Rodrigo Barquín alumno del Colegio Seminario conversó con ICM tv y expresó que el Pachacutí fue “una gran experiencia de servicio y austeridad”.
“Fueron muchos los momentos en los que sentía a Dios presente, tanto en la gente de la cooperativa donde trabajamos, como en los niños que animamos por las tardes, como en la gente de mi grupo” en el que “pasamos de ser desconocidos a tener una muy linda amistad”, agregó Barquín.
Otra alumna del mismo establecimiento, Federica Katzenstein, explicó que con su grupo avanzaron la construcción de tres casas en Florida, compartieron con niños de la zona y acompañaron a enfermos de VIH.
“En las obras avanzamos dos semanas de trabajo. Tal vez no hicimos mucho, pero sin duda se dio vuelta nuestro mundo. Él dio vuelta nuestro mundo”.
“Dejar a un lado nuestra comodidad no se nos hizo tan difícil, vivir con 20 desconocidos no nos pareció una locura, despertarnos con frío y caminar hasta la obra no fue un sacrificio. Lo que dejábamos nos dejó de parecer importante, los desconocidos pasaron a ser familia, e ir a trabajar resultó hasta divertido. Así fue que entre mezcla y risas Él nos convocó y nos envió a hacer sentir al otro más humano”, aseguró Katzenstein.
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