San Wenceslao fue un soberano checo que evangelizó a su pueblo, modificó el sistema judicial y redujo las condenas relativas a la pena capital o a la tortura.
El santo fue hijo de Bratislao I de Bohemia y de su esposa Drahomir. También es nieto de Santa Ludimila, esposa del primer duque cristiano de Bohemia, quien se encargó de su educación y le enseñó a amar y servir a Dios.
De joven, el santo perdió a su padre tras una guerra y por ello su madre asumió el poder. Sin embargo, ella instauró una política anticristiana y secularista que convirtió al pueblo en un caos total.
Ante esta situación, su abuela trató de persuadir al príncipe para que asumiese el trono y proteja el cristianismo, lo que provocó que los nobles la asesinaran al considerarla una latente amenaza para sus intereses.
Sin embargo, por desconocidas circunstancias, la reina fue expulsada del trono, y Wenceslao fue proclamado rey por la voluntad del pueblo.
Como primera medida, anunció que apoyaría decididamente a la Iglesia. Siempre gobernó con justicia y misericordia.
Por oscuros intereses políticos, Boleslao –que ambicionaba el trono de su hermano– asesinó de una puñalada al santo rey durante unas festividades.
El pueblo proclamó al rey Wenceslao como mártir de la fe, y pronto la Iglesia de San Vito -donde se encuentran sus restos- se convirtió en centro de peregrinaciones.
Tiempo después fue proclamado como patrón del pueblo de Bohemia y hoy su devoción es tan grande que se le profesa también como Patrono de Checoslovaquia.
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