La Santa Sede reiteró su compromiso con el proceso de desarme nuclear en el mundo y se situó en la vanguardia de la no proliferación de este tipo de armas de destrucción masiva al proponer en la ONU la prohibición de ensayos nucleares y animar a todos los estados a firmar y ratificar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares.
En un discurso pronunciado en la Asamblea General de la ONU este jueves 27 de septiembre, el Secretario para las Relaciones con los Estados, Mons. Paul Richard Gallagher señaló que “no podemos resignarnos jamás a la idea de que las armas nucleares están aquí para quedarse”.
“No podemos dar credibilidad a la idea de que las amenazas contemporáneas a la paz y a la seguridad internacional no permiten efectuar el desarme nuclear. El mundo no es más seguro con armas nucleares; es más peligroso”.
Afirmó que “una política que dependa de la posesión de armas nucleares es contradictoria con el espíritu y el propósito de las Naciones Unidas porque las armas nucleares no pueden crear para nosotros un mundo estable y seguro, y porque la paz y la estabilidad internacional no pueden fundarse en la destrucción mutuamente asegurada o en la amenaza de aniquilación total”.
En este sentido, aseguró que “el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares es un paso importante en nuestros esfuerzos por lograr un mundo libre de armas nucleares”.
Explicó que “la Santa Sede, que lo firmó y ratificó el mismo día en que se abrió para su firma y ratificación, el 20 de septiembre de 2017, desea instar a otros a firmarlo y ratificarlo”.
“Será un ingrediente importante del régimen de no proliferación y desarme nuclear una vez que entre en vigor. Cada firma, cada ratificación de este Tratado constituye un paso importante hacia el logro de un mundo libre de armas nucleares”.
En este sentido, advirtió de los serios peligros a los que se enfrentaría la humanidad en caso de que el Tratado fracasara: “Los impactos catastróficos de las armas nucleares son previsibles y aterradores”, señaló.
Por ello, “la eliminación total de las armas nucleares no es solo un problema de seguridad, sino también un imperativo moral, humanitario y ambiental”.
Como principal medida para garantizar su éxito, propuso la prohibición de los ensayos de armas nucleares: “Asegurar que ningún Estado pueda realizar ensayos de armas nucleares es un paso esencial para detener el desarrollo de armas nucleares todavía más letales y un avance fundamental hacia la consecución de un mundo libre de armas nucleares”.
Finalmente, alentó “a los Estados poseedores de armas nucleares a abolir sus armas nucleares”, a los Estados poseedores de armas nucleares a renunciar a “adquirir o desarrollar capacidades nucleares”, y solicitó una mayor cooperación internacional “sobre la utilización del material nuclear con fines pacíficos”.
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