¿Cómo un sacerdote aprovechó el Maratón de Ciudad de México para el apostolado?

Entre los 42.195 participantes de la 36ª edición del Maratón de Ciudad de México se encontraba un sacerdote, que aprovechó los más de 42 kilómetros de recorrido como una ocasión de ofrecer su esfuerzo para dar gracias a Dios y, al mismo tiempo, desplegar su apostolado.

El Maratón de Ciudad de México, realizado el 26 de agosto de este año, incluyó este año importantes zonas de la capital mexicana, como las avenidas Reforma e Insurgentes, comenzando en el Zócalo y culminando en el Estadio Olímpico Universitario.

El P. Luis Fernando Valdés, doctor en Teología y capellán en la Universidad Panamericana, se encontraba entre los miles de participantes por al menos tres razones importantes: “el gusto por el deporte, la gran amistad con mi equipo de corredores y buscarle un sentido sobrenatural, un ofrecimiento a Dios”.

En diálogo con ACI Prensa, el sacerdote mexicano indicó que dentro de su labor en la pastoral universitaria “además de que doy clases de teología, hay que tener muchos puntos de contacto con los alumnos. Uno que es muy bonito es correr, porque eso implica tener las carreras, entrenar juntos, el día de la carrera tener toda esa emoción juntos, rezar juntos, etc.”.

“En el fondo el maratón se ha convertido en una gran fuente de apostolado”, subrayó.

El P. Valdés explicó que “tenemos un grupo de corredores. No es una asociación sino un grupo de amigos que corremos con frecuencia en carreras o entrenamos con frecuencia, sobre todo cuando hay que hacer larga distancia. Con todos hay siempre una buena oportunidad apostólica”.

Y es que la ocasión de un maratón se convierte en una especie de metáfora viva de la vida cristiana.

Estar cerca de Cristo sí implica una lucha, una lucha interior, una lucha espiritual, y también una lucha en las virtudes”, aseguró.

“Y justamente para correr en un maratón hay que tener muchas cualidades, muchas virtudes que hay que ir cultivando: desde la fortaleza para aguantar todo los entrenamientos, la constancia en los entrenamientos, la prudencia pues hace falta mucha estrategia en un maratón”.

También está el valor de la amistad, dijo, pues “cuando corres con tus amigos, estás con ellos, los ayudas, los levantas, los animas”.

En fin, participar en un maratón con una perspectiva cristiana se convierte en “una gran apuesta de fe: sé que a Dios le agrada mi esfuerzo, le voy a dar lo mejor de mí. Como una gratitud a Dios, agradeciendo todos sus beneficios, le doy a cambio como un regalo de gratitud este esfuerzo mío”.

Esta edición del Maratón de Ciudad de México, indicó el sacerdote, es la quinta en la que participa.

“La experiencia ha sido muy bonita porque correr en Ciudad de México es todo un reto, porque es una ciudad que tiene mucha altitud sobre el nivel del mar, más de 2.000 metros, hay poco oxígeno, hace mucho calor cuando cuando pega el sol de frente, y la contaminación no ayuda mucho”.

Además, señaló, “la Ciudad de México no es plana, tiene muchas montañitas, y se notan muchísimo cuando uno va corriendo”.

Pero hay otros detalles del maratón en los que este sacerdote encontró la presencia de Dios.

Este, dijo, “es de los pocos maratones en que la gente sale a las calles a apoyar no a sus parientes y amigos, sino a gente que no conoce. La gente va a apoyar, a darnos agua, fruta, todo lo que se les pueda ocurrir, a echar porras sin que nos conozca”.

“Es un gesto de mucha caridad cristiana reflejada en la vida social”, aseguró.

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