BOGOTÁ, 30 Ago. 16 / 10:50 pm (ACI).- El Presidente del CELAM y Arzobispo de Bogotá (Colombia), Cardenal Rubén Salazar, presidió la Misa con la que culminó el “Jubileo Extraordinario de la Misericordia en el Continente Americano”, exhortando a obispos, sacerdotes, religiosos y fieles a permitir que Cristo los convierta en “signos e instrumentos de la misericordia divina como fuerza liberadora y transformadora de la existencia humana”.
Desde la iglesia de la Porciúncula, en Bogotá, el Purpurado afirmó que durante este Jubileo Extraordinario, que se inició el sábado 27 y culminó hoy, “hemos vivido intensamente la misericordia del Señor”, siguiendo el llamado del Papa Francisco para que en este Año Santo “nos dejemos transformar por el mismo Señor y lleguemos a ser ‘misericordiosos como el Padre’”.
En ese sentido, dijo que “la fiesta de Santa Rosa de Lima nos brinda el marco ideal para esta Eucaristía de clausura en la que queremos dar gracias al Señor por las maravillas que ha realizado en cada uno de nosotros y, por medio nuestro, en todo el Continente Americano”.
“Ella floreció en el desierto de su época; fue la rosa que con su perfume transformó los ambientes de los pobres, de los enfermos, de los desheredados de su tiempo”, afirmó.
En ese sentido, para poder ser también instrumentos de la misericordia divina, el Arzobispo propuso a los fieles seguir la invitación de San Pablo de “hacer nuestra la gloria del Señor”, manifestada plenamente en su muerte y resurrección.
Ahí, explicó, Cristo cargó sobre sí todo el dolor, sufrimiento, injusticia y violencia de la humanidad, “y, clavándolos en la cruz, los ha destruido transformándolos en perdón, reconciliación, amor, solidaridad”.
“He ahí la misericordia del Señor: una fuerza transformadora, que toma el mal y lo destruye transformándolo, haciendo que de la muerte brote la vida, que el odio se haga amor, que la injusticia se haga solidaridad, que la violencia se haga respeto y servicio; que la humanidad fragmentada y destruida por el pecado renazca en una sola familia, animada por el Espíritu, familia llamada a ser sal y luz como fuerza transformadora de toda la realidad”, afirmó.
“Gloriarse en el Señor”, como invita San Pablo, significa “permitir que el Señor nos tome y nos transforme haciéndonos signos e instrumentos de esa gloria” y nuestra vida manifieste “con claridad la fuerza transformadora de la misericordia del Señor”.
“Nuestra misión consiste en hacer posible que la misericordia divina transforme la vida de la humanidad”, afirmó.
El Cardenal Salazar aseguró que cuando la persona es transformada por la misericordia divina, su existencia “adquiere un pleno sentido y una unidad profunda”. “Todo en nuestra vida se ordena, se integra, se unifica permitiéndonos entregarnos totalmente a ser signos e instrumentos de la misericordia del Señor”.
En ese sentido, exhortó a los sacerdotes a “dirigir todos los esfuerzos de su trabajo evangelizador” para que cada fiel y comunidad “glorifique al Señor ejerciendo en cada momento su vida, inserta en el mundo, el ministerio de la misericordia como sal de la tierra y luz del mundo”.
“Sólo así –por medio de este ministerio de la misericordia por parte de todo el pueblo de Dios- podremos contribuir eficazmente a una transformación del mundo. El mal en todas sus dimensiones no desaparecerá del mundo pero sí podrá ser transformado por la fuerza de la misericordia divina, hecha presente por medio de nosotros, signos e instrumentos de la misericordia”, aseguró.
Por ello, invitó a pedir a todos los santos y discípulos que del Señor “que a lo largo de los siglos han sido sal de la tierra y luz del mundo”, que intercedan para que esta celebración continental “expanda como perfume de suave olor la misericordia del Señor hasta los últimos rincones de nuestro continente”.
“Misericordia que haga cesar la injusticia y la violencia, los odios y las guerras transformándolas en el gozo y la alegría que nacen del servir al Señor en los hermanos (…). Dejémonos impregnar de esa presencia misericordiosa para crecer todos los días haciéndonos cada vez más ‘misericordiosos como el Padre’”, culminó.
Previó a la celebración Eucarística, los cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y fieles rezaron un Rosario Continental por la Paz. Asimismo, al término de la Misa recitaron una oración de consagración “del continente americano a la misericordia divina”.
Con esta actividad culminó el “Extraordinario Jubileo de la Misericordia en el Continente Americano”, convocado y organizado por la Pontificia Comisión para América Latina (CAL) y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en contacto y colaboración con los episcopados de Estados Unidos y Canadá.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 30 de agosto de 2016
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