El polémico sacerdote jesuita James Martin recibió cientos de críticas en Twitter luego de proponer que las mujeres laicas, y no solo los sacerdotes y diáconos, den las homilías durante las Misas de la Iglesia Católica.
El comentario fue publicado por el sacerdote el 22 de julio a pesar de las advertencias bíblicas, el derecho canónico y la enseñanza de la Iglesia contra esta práctica. Además, compartió un artículo de la revista jesuita “America” –de la que es director– escrito por Jean Molesky-Poz, una profesora universitaria a la que se le permitió predicar en las Misas por varios años en una parroquia al norte de California (Estados Unidos), hasta que un nuevo obispo ingresó a la diócesis y reservó las predicaciones de la Misa para sacerdotes y diáconos.
“Me sorprende que las mujeres no puedan predicar en la Misa. Tanto los fieles durante la Misa como los que presiden se están perdiendo la sabiduría, experiencia y reflexiones inspiradas de la mitad de sus miembros. Santa María Magdalena, ruega por nosotros”, escribió el P. Martin en Twitter.
It is stupefying to me that women cannot preach at Mass. The faithful during Mass, as well as the presiders, are missing out on the wisdom, experience and inspired reflections of half of its members. St. Mary Magdalene, pray for us.https://t.co/USedUvBxS1
— James Martin, SJ (@JamesMartinSJ) July 22, 2019
Luego, dijo: “Solo piensen. Mujeres con doctorados en teología. Hermanas católicas con décadas de experiencia. Mujeres consejeras espirituales. Autoras. Madres. Médicas. Abogadas. Maestras. Abuelas. Mujeres que trabajan con los pobres y marginados. Y así sucesivamente. La Iglesia necesita sus voces en la Misa”.
El P. James Martin, que desde 2017 fue nombrado por el Papa Francisco como uno de los consultores de la Secretaría de Comunicación del Vaticano, también ha aprobado varias veces las relaciones homosexuales y la transexualidad en la Iglesia.
El sitio web oficial de los obispos alemanes recientemente planteó la idea de que las mujeres prediquen homilías en la Misa, opinión a la que el P. James Martin se adhirió en sus posteriores publicaciones de Twitter.
En respuesta a la publicación del jesuita, la famosa líder provida Lila Rose, señaló que ella “como mujer” cuenta con “innumerables oportunidades para compartir su visión con el mundo”.
“Estoy 100% contenta con nuestros sacerdotes y diáconos que proclaman la Palabra en la Misa. Somos iguales en dignidad y el hecho de que no compartamos el mismo papel que los sacerdotes no disminuye nuestra dignidad ni nuestras contribuciones como mujeres”, reconoció Rose.
También recordó que “Cristo es plenamente hombre” y eso “no es un accidente”. “Nació de una mujer. Esto tampoco fue un accidente. El hecho de que los sacerdotes y los diáconos sean hombres no es un accidente: asumen a la persona de Cristo, que era tanto hombre como Dios completamente”, acotó la activista provida.
Algo que el P. Martin no mencionó, y señaló un usuario en Twitter, es que los hombres laicos tampoco pueden predicar durante la Misa.
“Yo, un hombre, tampoco puedo predicar en la Misa. Los fieles se benefician, no por la sabiduría y la experiencia del predicador, sino porque Cristo, el sumo sacerdote, habla a través de aquellos que comparten la gracia de la ordenación que confirió a sus apóstoles”, escribió el usuario Brandon Schetgen.
Luego, añadió: “También me parece inmensamente irónico que usted, un hombre, tenga la audacia de invocar a Santa María Magdalena, una de las más grandes mujeres de la Iglesia y un verdadero modelo de santidad, para promover su agenda. Con respeto, padre, es vergonzoso”.
Otro sacerdote jesuita respondió al P. Martin: “James, no hay escasez de lugares para que las mujeres compartan sus ideas, reflexiones, sabiduría y experiencia. Por favor, deje en paz la Misa y la naturaleza del sacerdocio. Mis oraciones ofrecidas en su nombre. Por favor rece por mí”.
Otro usuario señaló que la idea de que una mujer necesita “predicar” en la Misa para que su voz se escuche “es simplemente clericalismo”, y luego dijo estar “bastante seguro” que santas y doctoras de la Iglesia como “Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Lisieux, y Santa Hildegarda de Bingen seguro no se sentían así”.
El National Catholic Register publicó un artículo que señala que las mujeres ya sirven a la Iglesia en muchos papeles importantes “como lectoras laicas, ministros extraordinarios de la Eucaristía, músicas, catequistas, profesoras de teología, visitantes de hospitales, asistentas administrativas y trabajadoras sociales”.
Acerca de este tema, el numeral 767 del Código de Derecho Canónico es claro: “Entre las formas de predicación destaca la homilía, que es parte de la misma liturgia y está reservada al sacerdote o al diácono”.
“La predicación de los fieles laicos no puede tener lugar dentro de la celebración de la Eucaristía en el momento reservado para la homilía”, también señalan los propios obispos de los Estados Unidos en sus normas sobre la “Predicación Laica”.
La Iglesia Católica siempre ha enseñado, y el Papa Francisco lo ha confirmado más recientemente, que “la puerta está cerrada a la ordenación de las mujeres”.
El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece una explicación sobre la naturaleza del orden sacerdotal en el numeral 1577: “Solo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación. El Señor Jesús eligió a hombres para formar el colegio de los doce Apóstoles, y los Apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores que les sucederían en su tarea. El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación”.
Luego, el numeral 1578 indica: “Nadie tiene derecho a recibir el sacramento del Orden. En efecto, nadie se arroga para sí mismo este oficio. Al sacramento se es llamado por Dios. Quien cree reconocer las señales de la llamada de Dios al ministerio ordenado, debe someter humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este sacramento. Como toda gracia, el sacramento solo puede ser recibido como un don inmerecido”.
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