ROMA, 27 Feb. 17 / 07:07 pm (ACI).- Las polémicas ideas del Superior General de los jesuitas, P. Arturo Sosa, sobre la veracidad del Evangelio no son nuevas y ya fueron descartadas en su momento por la Iglesia y por Benedicto XVI, afirmó el P. Thomas Petri, prestigioso sacerdote dominico en un artículo publicado este lunes 27 de febrero.
El pasado 18 de febrero el medio italiano Rossoporpora.org publicó una entrevista al Superior General de la Compañía de Jesús, donde –al hablar sobre la indisolubilidad del matrimonio– afirmó que si bien nadie puede cambiar la palabra de Cristo, se debe reflexionar “sobre lo que verdaderamente dijo Jesús” y ponerlas en contexto, pues “en esa época nadie tenía una grabadora para registrar sus palabras”.
Además, el P. Sosa sostuvo sus declaraciones en “muchos estudios” que surgieron en la Iglesia en el último siglo para “entender exactamente qué quería decir Jesús... Esto no es relativismo, pero certifica que la palabra es relativa, el Evangelio está escrito por seres humanos, está aceptado por la Iglesia que, a su vez, está formada por seres humanos”.
En un artículo publicado en el Catholic Herald, el P. Petri, Decano de la Pontificia Facultad de la Inmaculada Concepción de la Casa Dominica de Estudios en Washington D.C. en Estados Unidos, advirtió que las ideas del Superior General de los jesuitas “no solo generan dudas y desesperanza sobre los Evangelios y la Iglesia, sino también sobre las promesas de Dios”.
“Si el P. Sosa tiene razón, entonces parece que las Escrituras no son una fuente confiable para conocer a Jesucristo”, señaló el sacerdote dominico en su artículo, en el que advirtió también la contradicción en que cae el P. Sosa al decir que el verdadero discernimiento –para interpretar el Evangelio– no puede reemplazar a la doctrina, pero cree que este puede llegar a conclusiones que son diferentes de la doctrina.
En su texto, el experto dominico abordó los estudios a los que se refiere el sacerdote jesuita y señaló que pertenecen a una corriente “de la erudición histórico-crítica de las Escrituras” que comenzó durante la Ilustración y alcanzó su pico a mediados del siglo XX.
Estos círculos someten a la Biblia “a una interpretación puramente histórica” y a un método “casi científico” para intentar “identificar un Jesús histórico que existió antes de las creencias articuladas y trampas que la Iglesia supuestamente ideó sobre Él”.
Estos eruditos, señaló, asumieron “para sí mismos una autoridad para determinar no solo lo que Jesús dijo” sino “también lo que debe de haber significado”.
El P. Petri relató que esta corriente llegó a su punto más bajo en los Estados Unidos “a mediados de la década de 1980 con el establecimiento del 'Jesús Seminar' fundado y presidido por el biblista Robert Funk” y que hasta mediados de la siguiente década reunió a unos 150 académicos para determinar “lo que más probablemente fueron los dichos y hechos auténticos del Jesús histórico” y sobre los cuales se escribió en los Evangelios.
En 1993 “concluyeron colectivamente que solo once dichos de Jesús reportados en los Evangelios eran probablemente auténticos”. “No sorprendentemente –advirtió–, los once son esas enseñanzas que el liberalismo secular adopta sin escrúpulos (por ejemplo, preocupación por los pobres, amar a los enemigos y dar la otra mejilla)”.
Si fuese así, “las Escrituras ya no serían aptas para la enseñanza: su significado no podría ser conocido, incluso por la Iglesia, sin un análisis académico explícito. Lejos de abrir la Palabra de Dios a los fieles, tal visión manifiesta un elitismo frecuentemente asociado con el clericalismo de la Edad Media”, advirtió.
Sin embargo, el P. Petri señaló que “afortunadamente, a pesar de lo que el P. Sosa afirma y parece creer, la Iglesia no ha respaldado ni apoyado nunca este enfoque para interpretar las Escrituras”.
El dominico explicó que la influencia de este movimiento “histórico-crítico” ya estaba menguando en el advenimiento del Concilio Vaticano II, que en Constitución Dogmática Dei Verbum declaró que en Cristo “se consuma la revelación total del Dios sumo” y que los apóstoles “en la predicación oral comunicaron con ejemplos e instituciones lo que habían recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo”.
Además, recordó que “la teología de Joseph Ratzinger se ha ocupado profundamente de cuestiones históricas” y “gran parte de su obra está en oposición a las ideas expuestas por el P. Sosa” y a los estudios en los que se apoya.
“Las Escrituras, sin embargo, surgieron dentro de la comunión de la Iglesia –la comunidad eclesial formada por Cristo y guiada por el Espíritu Santo. Es sólo dentro de la Iglesia que la Palabra de Dios está viva y es más que simplemente un texto antiguo sujeto a estudios y disputas académicas”, afirmó el sacerdote dominico.
En ese sentido, recordó que en 2005 Benedicto XVI advirtió que cuando la Sagrada Escritura está separada de la voz viva de la Iglesia, “cae presa de disputas entre expertos”, quienes no pueden ofrecer una interpretación definitiva de la Biblia.
Además, el resultado es una interpretación alegórica, fantasiosa y que resulta ser un medio de autoafirmación para el intérprete. “Si uno trata de estudiar las Escrituras aparte de la fe de la Iglesia, no debemos sorprendernos de que se alcancen conclusiones que afirman las propensiones propias más que las doctrinas del magisterio”, añadió el P. Petri.
“Este es quizás el aspecto más desafortunado de la entrevista del P. Sosa. La enseñanza perenne de la Iglesia, incluida la del Vaticano II, sostiene que Cristo no es solo fuente de salvación de la verdad moral, sino también que el Espíritu Santo inspiró y guió la predicación de los apóstoles, la escritura de las Escrituras, el canon de la Biblia, y la continua interpretación de la Palabra” por parte de la Iglesia, afirmó el experto dominico.
En ese sentido, aseguró, “podemos confiar en que los Evangelios comunican lo que Cristo dijo, y con la Iglesia sabemos lo que Él quiso decir”.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 27 de febrero de 2017
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