La tradicional celebración del Día de los Muertos el 2 de noviembre en México está llena de símbolos y decoración, como estatuas de calaveras vestidas, panes y dulces que asemejan cráneos y el popular “altar de muertos”, lo que lleva a algunos a temer que se trate de un culto a la llamada “Santa Muerte”. ¿Hay alguna relación entre ambas cosas?
El sacerdote mexicano Luis Fernando Valdés, doctor en Teología y capellán en la Universidad Panamericana, explicó que las tradiciones mexicanas por el Día de los Muertos distan mucho del culto idolátrico a la llamada Santa Muerte, falsa devoción surgida en torno a narcotraficantes y otros delincuentes.
En diálogo con ACI Prensa, el P. Valdés explicó que las celebraciones tienen su raíz en la inculturación surgida de la evangelización española de tierras mexicanas en el siglo XVI. “Se dio un fenómeno pastoral muy hermoso, de una verdadera inculturación del Evangelio. Es decir, el Evangelio se hizo vida en la cultura popular de todos los días de la gente, aportando sus elementos, y purificando bastantes de los elementos negativos de la cultura local”.
El sacerdote indicó que las culturas precolombinas en México y Centro América ya tenían elementos como las calaveras, los alimentos para los fallecidos y las flores naranjas llamadas cempasúchil para conmemorar “el fenómeno tan complicado de la muerte, que es un misterio a los ojos humanos”.
Sin embargo, tras la evangelización, “la muerte ya no es un tema de un dolor gigantesco por una pérdida o una ida a un lugar que no se sabe cuál es, sino que la muerte ha sido redimida por Cristo y la muerte apunta a la resurrección”.
“Por eso las calaveritas, ya sean de dulce, de chocolate, que están decoradas, tienen un sentido casi festivo, porque ya están de alguna manera anunciando la resurrección. La muerte, como enseña la revelación cristiana, no tiene la última palabra”.
El “altar” de muertos
Este “diálogo” entre la cultura precolombina y la fe católica, señaló el P. Valdés, se nota particularmente en el altar de muertos.
“El altar de muertos tiene un contexto muy bonito, que es que en todo hogar católico hay una parte de la casa que es una especie de capilla familiar, que toma elementos de las iglesias. Es una especie de retablo donde hay imágenes de la Virgen, del Sagrado Corazón, San Martín, San Judas. Y tiene una mesa, con veladoras, que en cierto modo imita al altar se una iglesia”.
Las culturas precolombinas como la azteca, dijo, creían que los muertos “estaban ahí circulando, y que en el día de muertos, en el día de su aniversario de difuntos, podían ir a la casa donde habían vivido, a tomar los alimentos que les gustaban”.
“Se ponía una línea de flores indicando el camino desde la puerta hasta la mesa donde se ponía su comida, para que el difunto llegara a comer”, explicó.
“Eso se cristianizó y las flores se pusieron como parte del altar, de la capilla familiar, y ya se pone el pan de muerto, la comida, etc., pero con un sentido nuevo, un sentido festivo, familiar, no con el sentido de que viene un difunto a aparecerse”.
“También se pone fotos de seres queridos que se fueron, lo que es una bonita tradición mexicana, honrar a los familiares difuntos, recordarlos siempre”.
El riesgo del sincretismo y el culto a la Santa Muerte
Sin embargo, el P. Valdés advirtió que “sí se puede presentar un riesgo” de sincretismo y de un mal entendido culto a los muertos.
“Toda inculturación del Evangelio siempre tiene un riesgo de sincretismo, de fusionar arbitrariamente ideologías y creencias, hacer una mezcla”.
“En México tenemos un problema muy grande de una falsa religiosidad del culto a la Santa Muerte, un culto que no es católico pero que toma elementos católicos”, dijo.
El sacerdote explicó que “esta superstición está muy vinculada a los narcotraficantes, que la han convertido en un elemento para protegerse en sus fechorías y balaceras. Remeda, es una imitación falsa, de los símbolos católicos”.
Los católicos, indicó, “rezamos por tener una santa muerte, es decir morir en gracia de Dios. Pero ellos toman la santa muerte como si fuera un personaje, una entidad viva, una persona, por eso es una calavera con ropa, como si fuera una divinidad”.
“Es una cuestión idolátrica, supersticiosa, porque se toma la muerte como su fuera un personaje, que decide cuándo vivimos, cuándo morimos, y que habría que pedirle que no me lleve todavía. Esto es totalmente opuesto a la fe, que nos enseña que el único que tiene en sus manos nuestras vidas y es Dios, que es un Padre Bueno”.
Para el P. Valdés, para vencer estos sincretismos y falsos cultos es importante una “mejor catequesis”.
“Siempre ha existido el riesgo del sincretismo. Y entonces, en los lugares con mejor catequesis, mejor evangelización, se entiende muy bien estos sentidos del altar de muertos, no como una cuestión de superstición sino como algo que ha sido leído a la luz del Evangelio”, aseguró.
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