VATICANO, 26 Oct. 17 / 10:48 am (ACI).- “Santo Padre, bienvenido a la Estación Espacial Internacional”: Con estas palabras de bienvenida el astronauta italiano perteneciente a la Agencia Espacial Europea, Paolo Nespoli, dio comienzo al coloquio que la tripulación de la Estación Espacial Internacional mantuvo con el Papa Francisco este jueves 26 de octubre.
Desde el Aula Pablo VI del Vaticano, el Pontífice conversó durante 20 minutos con los 6 tripulantes de la Estación Espacial, que orbita a 400 kilómetros de la Tierra.
En esta conversación, el Papa quiso cambiar de rol y, por una vez, no fue él quien respondía a las preguntas, sino quien las formulaba.
En su primera pregunta Francisco recordó que “la astronomía te hace contemplar los horizontes más lejanos del Universo y suscita en nosotros las preguntas: ¿de dónde venimos, adónde vamos? Les pregunto, a la luz de su experiencia en el espacio: ¿Cuál es su pensamiento sobre el lugar del hombre en el Universo?”.
En su respuesta, el astronauta italiano reconoció que es una “pregunta compleja”. Señaló que él, como ingeniero, se considera “una persona técnica. Me encuentro en mi ambiente rodeado de máquinas, de experimentos”.
Por ello, “cuando se habla de estos temas mucho más internos, me quedo un poco perplejo. Es un discurso muy delicado. Creo que nuestro objetivo aquí es conocer, aumentar el conocimiento. Me gustaría mucho que personas como usted, no sólo ingenieros, no sólo físicos, sino teólogos, filósofos, poetas, escritores, puedan venir aquí, al espacio, para explorar qué significa la presencia de los humanos más allá de los confines de la tierra. Esto seguramente será posible en el futuro”.
El Santo Padre planteó a continuación una segunda pregunta sobre la pintura que había a su espalda y que representaba el verso con el que Dante concluye la Divina Comedia: ‘El amor que mueve el sol y las demás estrellas’. “Les pregunto: ¿Qué sentido tiene para vosotros, que sois todos ingenieros y astronautas, llamar amor a la fuerza que mueve el Universo?”.
A esta pregunta respondió el astronauta ruso Alexander Misurkin. Explicó que esos días en el espacio estaba leyendo ‘El Principito’, “para reflexionar. En él se hace referencia a un muchacho que ofrecería voluntariamente su propia vida para regresar a la tierra y salvar las plantas y los animales. Sustancialmente, el amor es la fuerza que te da la vida para salvar a otro”, concluyó.
“Esa respuesta es cierta”, concedió satisfecho el Papa. “Sin amor no es posible dar la propia vida por otro. Eso es cierto. Se ve que usted ha entendido el mensaje que tan poéticamente explica Saint-Exupéry, y que vosotros, los rusos, tenéis en la sangre, en vuestra tradición tanto humanística como religiosa”.
A continuación, planteó “una curiosidad”. “¿Qué es lo que os motivó a haceros astronautas? ¿Qué es lo que les da la felicidad en el tiempo que pasan en la Estación Espacial?”.
Sergey Ryazanskiy, astronauta también de nacionalidad rusa, explicó que “estamos presentes aquí personas de diferentes países. Cada uno de nosotros tiene su propia historia, cada uno ha seguido su propio camino para llegar a ser astronauta. Mi historia comenzó con mi abuelo, que era ingeniero jefe de proyectos de satélites como el Sputnik y para mí es un gran honor continuar aquello que él hacía, continuar sus sueños en el espacio”.
A esta pregunta también quiso responder el astronauta estadounidense Randolph Bresnik: “Lo que veo desde aquí es una perspectiva increíble. La posibilidad de ver la tierra un poco con los ojos con que la ve Dios, y ver la belleza de este planeta. Con nuestra velocidad orbital de 10 kilómetros al segundo vemos la tierra con una mirada diferente. Vemos una tierra sin confines, una tierra en la que la atmósfera es increíblemente fina y frágil, y ver esta tierra de este modo te permite pensar como ser humano cómo todos debemos trabajar juntos, colaborar por un futuro mejor”.
“¡Me alegra vuestra respuesta!”, exclamó Francisco. “Los abuelos y la mirada de Dios sobre el mundo. Eso nos lleva a pensar en nuestras raíces. ¡No olviden nunca sus raíces! Viajar por el espacio modifica muchas cosas que se dan por descontadas en la vida cotidiana: por ejemplo, la idea del norte y del sur, de arriba y abajo. ¿Hay algo en particular que, viviendo en la Estación Internacional os haya sorprendido, y algo que os haya golpeado porque os ha confirmado algo incluso ahí en un contexto tan diferente?”.
El astronauta estadounidense Mark T. Vande Hei señaló que “aquello que me ha sorprendido es el ver cosas que parecen lo mismo que en la tierra pero que en el espacio no resultan reconocibles. En ocasiones me acerco a algo que resulta familiar, pero desde un ángulo totalmente diferente y al principio me resulta algo desconcertante”.
En su última pregunta, el Papa Francisco señaló que “nuestra sociedad es muy individualista, y sin embargo en la vida es esencial la colaboración. Pienso en todo el trabajo que tiene dentro una empresa como la vuestra. ¿Me pueden dar un ejemplo significativo vuestro de colaboración en la Estación Espacial?”.
Ese ejemplo lo ofreció el astronauta estadounidense Joseph Acaba: “La Estación Espacial Internacional es un gran ejemplo de cooperación internacional, como puede ver por el hecho de que la tripulación esté formada por astronautas de diferentes países y que para nuestros trabajos diarios estemos en contacto con centros de control repartidos por todo el mundo”.
“Nuestra diversidad nos hace fuertes. Trabajando juntos podemos hacer más cosas que actuando individualmente”, finalizó.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 26 de octubre de 2017
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