Al quedarse huérfanos vendieron todas sus riquezas para dárselas a los pobres y vivieron una vida de soledad, oración y penitencia en reparación de los pecados del mundo entero.
San Fruto murió en su ermita (715) mientras que sus otros dos hermanos fueron posteriormente decapitados por los musulmanes en una de las campañas contra el cristianismo.
Tras el suceso, el pueblo trasladó los cuerpos de los hermanos junto al de San Frutos, a excepción de sus cabezas, que fueron veneradas en el municipio.
Los restos se conservaron en la ermita de San Frutos, cerca de la actual Sepúlveda, desde comienzos del siglo VIII hasta el siglo XI.
Hoy sus reliquias se encuentran en el retablo de los santos segovianos, ubicado en el trascoro de la Catedral de Santa María en Segovia.
Frutos nació en el año 642, en el seno de una familia rica que tuvo otros dos hijos con los nombres de Valentín y Engracia. Fue una familia de profundas convicciones cristianas que les fue inculcada a sus hijos.
Tras la muerte de sus padres y debido a su formación religiosa, los tres decidieron hacer un cambio radical de vida. Vendieron sus bienes, lo dieron a los pobres y fueron a vivir a la orilla del río Duratón. Allí construyeron tres ermitas separadas para lograr la deseada soledad y dedicar el tiempo de su vida de modo definitivo al trato con Dios.
Tiempo después estalló la invasión musulmana y fue dominado el reino visigodo. Frutos, predicó y convirtió al cristianismo a algunos mahometanos que se aproximaron a él; defendió a grupos de cristianos que huían de los guerreros invasores; dio ánimos, secó lágrimas y alentó los espíritus de quienes se desplazaban al norte; fue protagonista de algunos sucesos sobrenaturales y falleció el año 715.
La misma historia refiere que sus hermanos Valentín y Engracia quienes murieron decapitados por los sarracenos.
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