MADRID, 30 Mar. 17 / 06:04 pm (ACI).- Almudena Cardona y Alberto Setién son un matrimonio de Santander (España) que decidieron seguir adelante con la vida de su hija Valeria, a pesar de que sabían que moriría poco después de nacer.
“Nos dijeron que el bebé venía mal, que los riñones no le funcionaban y que no tenía líquido amniótico, que no se le desarrollarían los pulmones y que en el momento que naciera, fallecería”, señaló Almudena, al recordar el día en que estaba previsto que le dijeran si era niño o niña.
“Nos lo dijeron de una manera muy agresiva. Queríamos hablar de las posibilidades de sobrevivir, pero el médico nos decía que nos hacía un informe para ir a abortar directamente”, recuerda Almudena en el programa “Firmes en la Verdad” de la Fundación EUK Mamie-HM Televisión.
Según explica Alberto, a pesar de las dificultades tuvieron “claro desde el primer momento” que apostarían por la vida de su hija, así solo estuviese con ellos unos pocos minutos.
“Desde el primer momento que supimos que venía mal la queríamos más porque era especial y no nos planteamos nunca abortarla”, afirmó Almudena.
La joven madre explica la dureza con la que la trataron tanto a ella como a su hija durante todas las revisiones médicas, en las que siempre se le recordaba la gravedad de la enfermedad de la bebé y la conveniencia de que abortara.
“Me decían que era muy joven, que si seguía con el embarazo tendría un gran peso psicológico para mí, que influiría en el número de hijos que podría tener después, que nos olvidáramos de ella, porque iban a ser minutos y no cabía ni la remota posibilidad de que fuera de vivir”, recuerda.
“Va a nacer, se le cortará el cordón y va a morir”, fueron las palabras de los médicos, por eso Almudena asegura que sufrió una grandísima presión para que abortara.
“Entiendo que la gente sucumba al aborto y más en una situación como esta. Para nosotros fue una presión continua”, “en cada visita al médico, la primera propuesta era el aborto”, “no nos ofrecieron nunca otra alternativa”, expresó.
De hecho, Almudena recordó cómo una enfermera le dijo que podrían falsificar el informe para que pudiera abortar de manera legal, a pesar de haber pasado el número de semanas permitido por ley.
Cuando finalmente los médicos aceptaron que seguirían adelante con la vida de su hija, se despreocuparon de ellos. “Nos sentimos abandonados, estábamos desprotegidos”, indicó.
Los padres intentaron encontrar posibilidades para la curación de su hija, por eso descubrieron que el Hospital de La Paz en Madrid (España) hay una unidad especializada en nefrología, que podría ayudar en el tratamiento de los problemas en el riñón que tenía la niña.
Pidieron el traslado de la ciudad de Santander a Oviedo para una revisión en este hospital especializado.
La ginecóloga de Almudena firmó el informe necesario para este traslado, pero la ecógrafa les dijo que no. “Nos dijo que ella tenía muy claro el diagnóstico y que no quería una segunda opinión y que no pensaba colaborar en ello”, recordó la madre.
Almudena y la pequeña Valeria no pudieron visitar a los médicos de Madrid por la negativa de la ecógrafa.
En su búsqueda por soluciones y apoyos, Almudena y Alberto se pusieron en contacto con la Asociación Provida de Santander que los remitió a un ginecólogo en Madrid especializado en embarazos de alto riesgo.
“Este ginecólogo nos ayudó a redactar un informe sobre cómo querríamos que fuera el parto, porque si esperábamos a que fuera natural, la niña nacería muerta. Por eso decidimos que fuera una cesárea, que el padre estuviera desde el primer momento y que un sacerdote estuviera preparado para que la bautizara cuanto antes”.
Expusieron sus deseos al jefe de planta del hospital de Santander y accedió a que todo fuera como ellos habían pedido.
También contactaron con la Red “El Hueco de mi Vientre”, que ayuda a superar la pérdida de un hijo durante el embarazo o a los pocos mese de nacer. Allí, Almudena conoció a una matrona que la atendió durante el nacimiento de Valeria, sabiendo que la niña moriría poco después.
Finalmente la pequeña llegó. “Nació llorando y pensamos que había nacido bien”, asegura, pero no era así.
“Estuvimos con ella desde el primer momento, el sacerdote la bautizó enseguida de nacer. No queríamos que se le aplicara ninguna medida extraordinaria. Me la pusieron en el pecho. Pasamos casi dos horas con ella y poco a poco se fue apagando”, explicó.
“Sí mereció la pena. Tenemos mucha paz y no nos arrepentimos para nada de la decisión que tomamos. La sentimos muy cerca. Y tenemos la satisfacción de haber hecho todo lo posible”, afirmó.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 29 de marzo de 2017
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