MADRID, 17 Ene. 17 / 05:34 pm (ACI).- Akiko Tamura había salvado vidas en el quirófano. Durante años ejerció como cirujano del tórax, pero en su interior sabía que Dios le pedía más. A pesar de estar feliz con su vida y su profesión, desde que hizo la primera comunión supo que el Señor le pedía todo.
Al principio “la idea de ser carmelita descalza me parecía una auténtica payasada”, pero Dios le hizo ver que, con 37 años, la quería en el Convento del Buen Pastor que esta congregación tiene en Zarautz, Guipúzcoa en España.
Según cuenta en el programa “Cambio de Agujas” de la Fundación EUK Mamie-HM Televisión, el padre de Akiko, de origen japonés, se convirtió al catolicismo del budismo sintoísta gracias a la oración de su madre, católica y española.
“Cuando mi padre se bautizó, sus hermanas –mis tías- cuentan que cambió a mucho mejor. Había encontrado a Dios”, explica.
Cuando Akiko tenía cinco años le diagnosticaron a su abuela, que vivía en Tokio, cáncer de ovario terminal. Junto con su padre y un hermano viajaron para estar con ella en los últimos momentos.
“Cuando mi abuela estaba muriendo pidió ser bautizada y fue mi padre quien lo hizo. Después ella murió. Ese momento me impactó mucho. Después me contaron que durante su enfermedad, mi abuela tuvo un crucifijo y una estampa de San Josemaría debajo de su almohada”.
Akiko nació en Madrid y decidió estudiar medicina en la Universidad de Navarra en España, aunque su sueño era cursar la carrera en Estados Unidos, pero consideró que entre sus prioridades estaba discernir qué quería Dios de ella.
Terminó la carrera y comenzó a preparar el MIR, un examen final que los estudiantes de medicina deben realizar en España para comenzar a trabajar como Médico Interno Residente en un hospital y en una especialidad que se le asigna según la calificación en ese examen.
“Durante el tiempo de preparación al examen MIR viví en una residencia con las adoratrices, ese fue mi primer contacto con la vida religiosa. Aunque nunca pensé que acabaría siendo monja y menos de clausura”.
Comenzó a trabajar como cirujana torácica en Madrid y durante todo ese tiempo, según explica en Cambio de Agujas, “rezaba a Dios para que me hiciera ver qué quería de mí”.
Durante los años de discernimiento, Akiko asegura que de una manera u otra le han acompañado la imagen del Jesús de la Divina Misericordia y la Virgen de Medjugorje.
Intentó leer a Santa Teresa de Jesús para acercarse a la realidad de las carmelitas ya que poco a poco esa idea iba tomando forma en su mente y en su corazón, pero desistió de leer a la mística.
Mientras tanto, “me encontraba a pacientes a los que le había salvado la vida y pensaba que ahí era donde Dios me quería”.
Hasta que un Jueves Santo, mientras conducía estaba rezando el rosario y le volvió a preguntar a Dios “¿qué quieres de mí?”. “En ese momento supe que era ser carmelita descalza. Tuve una profunda paz de saber que estaría cantando para Dios como un pajarito y que Dios estaría siempre conmigo”.
Durante los oficios del Jueves Santo, Akiko no podía parar de llorar al repetir “Jesús fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz”.
En abril de 2012 comunicó a su familia su decisión y en agosto de ese año entró en el Convento del Buen Pastor de Zarautz, en Guipúzcoa, (España), desde allí asegura que “si dejas que Dios entre en tu vida se producen milagros en ella. Yo cada mañana pienso y me digo: Soy carmelita, soy feliz y soy libre y no lo cambiaría por nada del mundo”.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 15 de julio de 2016
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