Mons. Juan José Aguirre, Obispo de Bangassou (República Centroafricana) vivió la Semana Santa en la zona de Bakouma, calificada de “alto riesgo” y que ha sido saqueada brutalmente en varias ocasiones; pero al que llegaron los fieles para celebrar la Resurrección de Cristo, algunos incluso caminando diez kilómetros.
El Prelado envió una carta a la Fundación Bangassou en la que explicó cómo ha vivido la Semana Santa en la misión en Bakouma, una zona que en diciembre de 2018 fue atacada por la noche por 150 mercenarios musulmanes.
“Disparando ráfagas de ametralladora en plena noche, se fueron a casa del sultán (personaje que encarna el poder de los ancestros) y le descerrajaron un tiro en el pecho a bote pronto”, relató en la carta.
El Obispo aseguró que durante 10 días los violentos saquearon el hospital de Bakouma y se llevaron todo a Nzacko, una ciudad a 80 kilómetros, que el Prelado calificó de “verdadero territorio comanche” en donde “los violentos son dueños de la plaza y donde quieren ‘montar’ su propio hospital”.
Según asegura, “Nzacko es el pueblo donde la misión católica fue destruida a mediados de 2018, el nuevo quirófano y todos sus aparatos, casa de los padres y todas sus instalaciones, dos iglesias, la escuela, la gruta marial con la pequeña estatua de María, etc. Lo destruyeron todo ladrillo a ladrillo hasta los cimientos. Robando las planchas de zinc de la iglesia, dos jóvenes cayeron al vacío y se mataron”.
Durante el ataque que tuvo lugar en Bakouma en diciembre de 2018, más de 20 mil personas huyeron dejando todo atrás y miles de ellos llegaron a Bangassou caminando más de 130 kilómetros. Allí “se mezclaron con familias de acogida, gente con corazón de oro. Centenares de niños han sido acogidos en la escuelas católicas, 67 de ellos llegaron ‘no acompañados’, sin saber si sus padres estaban vivos o muertos y fueron acogidos en nuestro orfanato”, asegura el Prelado.
Ante la situación de la zona da Bakouma, Mons. Juan José Aguirre decidió pasar la Semana Santa y la Pascua con quienes han permanecido allí y están, según afirma el Obispo, “todavía en estado de shock” porque “los mercenarios radicales se pertrecharon en la misión católica 10 días hasta que fueron obligados a volver a Nzacko”.
“En algunas paredes de los cuartos [de la misión católica saqueada] han escrito: ‘Seleka force, FPRC’ que es la sigla del Frente popular por la República Centroafricana fundado por uno de los 14 señores de la guerra que aún controlan el 80% del país”, explica el Prelado.
El señor de la guerra al que se refiere el Obispo es “Nourredim Adam, un chadiano de infeliz memoria, buscado por el tribunal Penal internacional por las masacres que él y sus tropas han cometido en los últimos 5 años”.
Poco a poco la gente está volviendo a Bakouma, aunque muchos se quedarán en Bangassou hasta el final del año escolar y volverán después. Mientras tanto, soldados centroafricanos (FACA) y marroquíes de la ONU han llegado para proteger Bakouma.
Sin embargo, quienes han vuelto a Bakouma, no tienen ni semillas para comenzar los cultivos y aprovechar la época de lluvias.
“Todo se lo robaron aquellos agresores vandálicos. Por esta precariedad, por sus almas desangeladas, por su vacío desamparo, me he venido aquí a pasar la Semana Santa”, explica el Obispo.
Mons. Aguirre cuenta que el Domingo de Ramos la iglesia de Bakouma estaba totalmente llena, “algunos vinieron caminando 10 kilómetros a pie para gritar Hosanna al paso de la borriquilla, que era yo. Algunos dicen que aquella borriquilla de Jerusalén estaba feliz porque creía que los Hosanna eran para ella. Yo era muy consciente que yo no era el protagonista. Yo les traía a Jesús, maestro de consolaciones”.
También recuerda que durante el lavatorio de pies que se realiza el Jueves Santo, “lavar los pies a este pueblo era lavar sus llagas abiertas porque el horror de aquella noche infame del 31 de diciembre aún supura”.
“Después de la Misa, nos quedamos rezando junto al tabernáculo de la reserva, muchos en muda alabanza, otros digiriendo el propio miedo”, afirmó y subrayó que “lo que sí brotaba espontáneo eran pensamientos de cólera, de rabia acumulada contra aquellos que les robaron todo y han quedado en la más completa impunidad”.
Mons. Aguirre denuncia también que la ONU ha comenzado a reconstruir la carretera hasta Nzacko “como “premio” a aquellos asesinos que se ríen de nosotros por todo lo que han matado y robado”.
El Prelado describe la total precariedad en Nzacko en donde “no hay luz ni baterías ni colchones”.
“El Jueves Santo, frente al tabernáculo en penumbra, sin más luz que la luz de dos velas, sólo la oración puede enfriar la cólera que brota instintiva como un río que se desborda, gratuita y molesta como los murciélagos que volaban sobre nuestras cabezas o los mosquitos que espantamos en vano de nuestros oídos y que volvían sin prisa pero sin pausa”, relata el Obispo.
Sin embargo asegura que “Cristo es la contraseña para entender todo lo que nos ha pasado. Su comportamiento no violento y de perdón, pone en crisis nuestra cólera”.
“Su Resurrección en la Misa pascual, ese cirio “elaborado con la cera de las abejas” alzado al cielo con su luz que no se apaga, demuestra que al final, y solo al final, los pobres ganarán y los violentos serán derrotados”, afirma.
Mons. Aguirre relata que la situación en República Centroafricana ha mejorado un poco después de la firma del acuerdo de paz entre el gobierno y los 14 grupos rebeldes, “parece que hay mejor entendimiento en el país, que se circula para reemprender el comercio aunque los 14 señores de la guerra sigan controlando el 80% del país, zonas de oro, diamantes, mercurio, cobalto y tantas otras materias primas esenciales para la industria y el futuro de Occidente”.
En ese sentido el Prelado subraya que esos “señores de la guerra son criminales y han cometido masacres que han contabilizado centenares de muertos, entre ellos 5 sacerdotes”.
“Justamente, los acuerdos de paz sitúan a algunos de estos criminales en el gobierno centroafricano, como consejeros del primer ministro, sueldo incluido, encargados de pacificar la zona geográfica donde meses atrás, la última vez el 15 de noviembre o el 31 de diciembre, han masacrado la población civil como alimañas”, denuncia el Prelado y recuerda que precisamente “esos acuerdos de paz han colocado a lobos para pacificar rebaños. Así es África. Puede que se avance algo o puede, que Dios no lo quiera, que los lobos camuflados de ovejas vuelvan a atacar”.
La República Centroafricana lleva sumida en un conflicto de manera intermitente desde principios del siglo XXI. El grupo Seleka, de mayoría musulmana, y los Antibalaka, se enfrentan entre ellos por las tierras y diversas posesiones, y a esto se unen otros conflictos relacionados como son los causados por los señores de la guerra o la explotación de los recursos naturales que tiene el país.
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