El Pontífice llegó a la iglesia de San José Trabajador, la parroquia católica del barrio que pertenece a los jesuitas, después de celebrar Misa privada en la Nunciatura apostólica y luego de haber recorrido las calles de tierra del barrio.
Francisco habló de la “sabiduría popular” de los barrios pobres. Señaló que “tiene características muy positivas, que son un aporte para el tiempo que nos toca vivir” y “se expresa en valores como la solidaridad; dar la vida por otro; preferir el nacimiento a la muerte; dar un entierro cristiano a sus muertos. Ofrecer un lugar para el enfermo en la propia casa; compartir el pan con el hambriento: ‘donde comen 10 comen 12’; la paciencia y la fortaleza frente a las grandes adversidades, etc”.
Son “valores que se sustentan en que cada ser humano es más importante que el dios dinero. Gracias por recordarnos que hay otro tipo de cultura posible”.
“Quisiera reivindicar en primer lugar estos valores que ustedes practican, valores que no cotizan en Bolsa, valores con los que no se especula ni tienen precio de mercado. Los felicito, los acompaño y quiero que sepan que el Señor nunca se olvida de ustedes. El camino de Jesús comenzó en las periferias, va desde los pobres y con los pobres hacia todos”.
El Pontífice se sinceró y dijo que “estoy aquí porque quiero que sepan que sus alegrías y esperanzas, sus angustias y tristezas, no me son indiferentes. Sé de las dificultades que atraviesan día a día. ¿Cómo no denunciar las injusticias que sufren?”.
“Me siento como en casa compartiendo este momento con hermanos y hermanas que, no me avergüenza decirlo, tienen un lugar preferencial en mi vida y opciones”, añadió.
En su discurso, el Santo Padre denunció las “nuevas formas de colonialismo que pretenden que los países africanos sean piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco cuyas políticas de descarte pretenden “legitimar el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar”.
“Trabajemos y comprometámonos juntos para que toda familia tenga un techo digno, tenga acceso al agua potable, tenga un baño, tenga energía segura para iluminarse, cocinar, para que puedan mejorar sus viviendas... para que todo barrio tenga caminos, plazas, escuelas, hospitales, espacios deportivos, recreativos y artísticos; para que los servicios básicos lleguen a cada uno de ustedes; para que se escuchen sus reclamos y su clamor de oportunidades”.
En su opinión, la marginación urbana está causada por “las heridas provocadas por minorías que concentran el poder, la riqueza y derrochan con egoísmo, mientras crecientes mayorías deben refugiarse en periferias abandonadas, contaminadas, descartadas”.
Francisco subrayó que “este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable”. Por eso, “negarle el agua a una familia, bajo cualquier pretexto burocrático, es una gran injusticia, sobre todo cuando se lucra con esta necesidad”.
Después de denunciar la violencia que se produce en estos barrios, dijo conocer “los padecimientos de las mujeres que luchan heroicamente para proteger a sus hijos e hijas de estos peligros”. “Pido a Dios que las autoridades asuman junto a ustedes el camino de la inclusión social, la educación, el deporte, la acción comunitaria y la protección de las familias, porque es esta la única garantía de una paz justa, verdadera y duradera”, agregó.
“En ese sentido, propongo retomar la idea de una respetuosa integración urbana. Ni erradicación, ni paternalismo, ni indiferencia, ni mera contención. Necesitamos ciudades integradas y para todos”.
De nuevo pidió el derecho de las personas a las tres “T: tierra, techo y trabajo” e hizo un llamamiento a los cristianos y en particular a los obispos: ‘a renovar el impulso misionero, a tomar la iniciativa frente a tantas injusticias, a involucrarse con los problemas de los vecinos, a acompañarlos en sus luchas, a cuidar los frutos de su trabajo comunitario y celebrar juntos cada pequeña o gran victoria’.
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