VATICANO, 27 Ene. 15 / 11:16 am (ACI/EWTN Noticias ).- Dios no es indiferente con nosotros, conoce nuestro nombre y nos cuida, afirmó el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma 2015, en el que propuso a los fieles tres pasajes para reflexionar y renovar su encuentro con Cristo y así combatir la globalización de la indiferencia.
Cada uno de nosotros le interesa a Dios, “su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia”, señaló el Papa.
Sin embargo, advirtió que “esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial” y es también una tentación para los cristianos.
Por ello, propuso a los fieles tres pasajes para reflexionar, renovar el encuentro con Dios y así no ser indiferentes:
El primero es “Si un miembro sufre, todos sufren con él” – La Iglesia.
En este pasaje, Francisco explica que con sus enseñanzas y testimonio, la Iglesia ofrece la “caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia”. Sin embargo, nadie puede testimoniar lo que antes no ha experimentado, como ocurrió el Jueves Santo, cuando Pedro comprende que el servicio de lavar los pies los unos a los otros “sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen ‘parte’ con Él y así pueden servir al hombre”.
“La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él”, afirmó Francisco. “Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia”, añadió.
En ese sentido, recordó que la Iglesia es “communio sanctorum porque en ella participan los santos” y que en esta comunión y participación en las cosas santas, “nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos”. “Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos”, afirmó.
El segundo pasaje es “¿Dónde está tu hermano?” – Las parroquias y las comunidades.
El Papa pide llevar a la vida de las parroquias y comunidades lo que se ha dicho para la Iglesia universal. “¿Se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada?”, preguntó.
Por ello, Francisco pidió unirse en la oración con la Iglesia en el cielo, junto con los santos “que encontraron su plenitud en Dios” y que gracias a la muerte y la resurrección de Jesús “vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio”. “Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos”, afirmó.
Por otra parte, recordó, “toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres”.
“Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”, expresó.
El tercer pasaje es “Fortalezcan sus corazones” – La persona creyente.
Francisco alertó que “como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. “Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?”.
Indicó que en primer lugar se debe orar en comunión de la Iglesia terrenal y celestial. “No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración”, afirmó.
En segundo lugar invitó a “ayudar con gestos de caridad” hacia las personas cercanas y lejanas. “La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad”, indicó.
“Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos”, señaló.
Francisco indicó que “tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios”.
“Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro”, añadió.
Finalmente, invitó a orar "Fac cor nostrum secundum Cor tuum": "Haz nuestro corazón semejante al tuyo" (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús), para tener “un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia”.
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Etiquetas: Cuaresma, Papa Francisco, globalización de la indiferencia
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