EL CAIRO, 29 Abr. 17 / 04:09 am (ACI).- En una multitudinaria Misa en su segundo y último día de visita a Egipto, el Papa Francisco invitó a los fieles romper la dureza de corazón y no tener miedo a amar al otro, aunque sea enemigo.
El Papa pidió a todos los fieles regresar con alegría a su vida cotidiana, junto a sus seres queridos y no tener miedo “a abrir vuestro corazón a la luz del Resucitado” para que Él “transforme vuestras incertidumbres en fuerza positiva para vosotros y para los demás”. “No tengáis miedo a amar a todos, amigos y enemigos, porque el amor es la fuerza y el tesoro del creyente”.
Durante la homilía, el Pontífice señaló que el Evangelio en el que se narra la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús –proclamado en la celebración– se puede resumir en 3 palabras: muerte, resurrección y vida.
Vida
Francisco explicó que “el encuentro con Jesús resucitado ha transformado la vida de los dos discípulos, porque el encuentro con el Resucitado transforma la vida entera y hace fecunda cualquier esterilidad”.
“En efecto, la Resurrección no es una fe que nace de la Iglesia, sino que es la Iglesia la que nace de la fe en la Resurrección”.
Sobre la misión de la Iglesia, el Pontífice apuntó a que ella misma “debe saber y creer que él está vivo en ella y que la vivifica con la Eucaristía, con la Escritura y con los Sacramentos”.
“La experiencia de los discípulos de Emaús nos enseña que de nada sirve llenar de gente los lugares de culto si nuestros corazones están vacíos del temor de Dios y de su presencia; de nada sirve rezar si nuestra oración que se dirige a Dios no se transforma en amor hacia el hermano; de nada sirve tanta religiosidad si no está animada al menos por igual fe y caridad; de nada sirve cuidar las apariencias, porque Dios mira el alma y el corazón y detesta la hipocresía”. En definitiva, “para Dios, es mejor no creer que ser un falso creyente, un hipócrita”.
“La verdadera fe es la que nos hace más caritativos, más misericordiosos, más honestos y más humanos; es la que anima los corazones para llevarlos a amar a todos gratuitamente, sin distinción y sin preferencias, es la que nos hace ver al otro no como a un enemigo para derrotar, sino como a un hermano para amar, servir y ayudar; es la que nos lleva a difundir, a defender y a vivir la cultura del encuentro, del diálogo, del respeto y de la fraternidad; nos da la valentía de perdonar a quien nos ha ofendido, de ayudar a quien ha caído; a vestir al desnudo; a dar de comer al que tiene hambre, a visitar al encarcelado; a ayudar a los huérfanos; a dar de beber al sediento; a socorrer a los ancianos y a los necesitados”.
“La verdadera fe es la que nos lleva a proteger los derechos de los demás, con la misma fuerza y con el mismo entusiasmo con el que defendemos los nuestros. En realidad, cuanto más se crece en la fe y más se conoce, más se crece en la humildad y en la conciencia de ser pequeño”.
Muerte
Francisco manifestó que los discípulos estaban desorientados tras la muerte de Jesús y “su camino es un volver atrás; es alejarse de la dolorosa experiencia del Crucificado”. “La crisis de la Cruz, más bien el ‘escándalo’ y la ‘necedad’ de la Cruz ha terminado por sepultar toda esperanza. Aquél sobre el que habían construido su existencia ha muerto y, derrotado, se ha llevado consigo a la tumba todas sus aspiraciones. No podían creer que el Maestro y el Salvador que había resucitado a los muertos y curado a los enfermos pudiera terminar clavado en la cruz de la vergüenza”.
“No podían comprender por qué Dios Omnipotente no lo salvó de una muerte tan infame. La cruz de Cristo era la cruz de sus ideas sobre Dios; la muerte de Cristo era la muerte de todo lo que ellos pensaban que era Dios. De hecho, los muertos en el sepulcro de la estrechez de su entendimiento”.
Francisco advirtió de que muchas veces el hombre “se auto paraliza, negándose a superar su idea de Dios, de un dios creado a imagen y semejanza del hombre”.
“Cuantas veces se desespera, negándose a creer que la omnipotencia de Dios no es la omnipotencia de la fuerza o de la autoridad, sino solamente la omnipotencia del amor, del perdón y de la vida”.
“Si nosotros no quitamos el velo que oscurece nuestros ojos, si no rompemos la dureza de nuestro corazón y de nuestros prejuicios nunca podremos reconocer el rostro de Dios, advirtió”.
Resurrección
El Papa aseguró que Jesús transforma “la desesperación en vida” porque “cuando se desvanece la esperanza humana comienza a brillar la divina”.
“Cuando el hombre toca fondo en su experiencia de fracaso y de incapacidad, cuando se despoja de la ilusión de ser el mejor, de ser autosuficiente, de ser el centro del mundo, Dios le tiende la mano para transformar su noche en amanecer, su aflicción en alegría, su muerte en resurrección, su camino de regreso en retorno a Jerusalén, es decir en retorno a la vida y a la victoria de la Cruz”.
De esta manera, los discípulos de Emaús “han encontrado el sentido de la aparente derrota de la Cruz”.
“Quien no pasa a través de la experiencia de la cruz, hasta llegar a la Verdad de la resurrección, se condena a sí mismo a la desesperación. De hecho, no podemos encontrar a Dios sin crucificar primero nuestra pobre concepción de un dios que sólo refleja nuestro modo de comprender la omnipotencia y el poder”.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 29 de abril de 2017
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