En declaraciones a la agencia vaticana Fides, Masih señala que “mantenemos la esperanza porque, como cristianos, nuestra fe alimenta la esperanza. Seguimos orando por Asia Bibi y por su liberación, para que el Señor la proteja y consuele”.
“Pero hay muchos elementos que no inducen al optimismo. Basta recordar que sobre Asia todavía se cierne una recompensa prometida por un imán, que premia a quienes la maten”.
Según Barkat Masih, “las presiones y la movilización internacional pueden ser útiles”, pero sobre todo “se requiere la voluntad política del gobierno y de las más altas autoridades de Pakistán” si se quiere poner fin a una historia marcada por las injusticias evidentes.
El primer ministro actual, Nawaz Sharif, “en el pasado ha dado amplio espacio a los grupos extremistas y aprobó la ley sobre la blasfemia por una cálculo político: así que no parece el más adecuado para tomar una posición en contra de estas presiones”.
“La corrupción y el deseo de explotar el caso con fines económicos es otro aspecto presente”, añade Haroon Barkat.
El director recuerda que la sentencia del Tribunal Supremo de la condena puede ser revocada y que, incluso en caso de condena, el presidente de Pakistán siempre tendría poder para conceder el indulto.
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