ROMA, 23 Sep. 16 / 02:06 pm (ACI).- En la Misa que presidió este viernes 23 de septiembre por la fiesta de San Pío de Pietrelcina en la localidad de San Giovanni Rotondo, lugar al que el santo llegó hace 100 años, el Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y Arzobispo de Génova, Cardenal Angelo Bagnasco, afirmó que el querido fraile de los estigmas logró “entrar en la comprensión de las cosas de Dios, de su corazón” y fue “un reflejo de la misericordia” del Señor.
Los estigmas que recibió, dijo el Cardenal, fueron “el signo de un destino, siendo elegido por Cristo para revivir su pasión el Padre Pío se convirtió en un espectáculo para el mundo. El Padre Pío, simple de corazón, entra en la compresión de las cosas de Dios, de su corazón. Entra en un mundo distinto, el del espíritu”.
En ese sentido preguntó: “¿En qué clase de mundo vivimos? ¿Cómo razonamos? ¿Con qué criterios actuamos, con qué sentimientos amamos? ¿De qué mundo somos ciudadanos?”. El Purpurado señaló que “estamos en los confines entre el cielo y la tierra. ¡Cómo es de grande y dramática nuestra situación en el límite! Aquella sutil insatisfacción que nos acompaña es un recordatorio de Dios y del su celo de amor”.
El Cardenal dijo que la fe “no se trata de salir del mundo sino de vivirla en un modo divino y no mundano” y advirtió que “no nos dejemos confundir por la mentalidad corriente: creer en Dios, pero vivir como si no existiera”.
“El Padre Pío ha vivido la vía dolorosa, la vía de la Pascua. Tiene horror del mal que desfigura la belleza de Dios, del mal que acaba con la alegría y trae la infelicidad”, indicó y dijo que “parece que hoy no hay pecado ¿Tenemos una noción de lo que es? Es por eso que Jesús se encarnó. Para salvarnos del pecado, no de otra cosa”.
“Burlarse con condescendencia de la realidad del pecado como algo pasado de moda significa vaciar el misterio de la cruz. Debemos afinar el alma, no banalizarnos con el mal o el bien, no todo es equivalente. Si se pierde la conciencia del mal moral la salvación pierde su sentido y se convierte en una palabra que ya no nos conmueve”, explicó el Purpurado.
El Arzobispo recordó que “no debemos olvidar que el signo se refiere al misterio escondido en lo cotidiano, de un misterio que espera ser descubierto y visto con un remezón del alma y acogido con alegría. Cada bautizado debe ser signo en el mundo, debe ser la brecha de un mundo diferente y bello, invisible y real ¿Pero, somos conscientes de esto? ¿Nos sentimos enviados como una gracia?”
“El Padre Pío vive en el esfuerzo por ganar para Dios a todos los hermanos. Ama a los pecadores a tal punto de recibir los estigmas, don y misterio. Participa de la redención de Cristo. Recorre los pasos del Señor”, expresó.
Por otro lado, el Cardenal Bagnasco habló sobre la importancia que tenían para el Padre Pío los grupos de oración: “son pequeñas células de vida eclesial. Con la oración tenemos el corazón abierto al Señor porque el mundo invisible continúa abrazando al visible y tiene una necesidad ilimitada de ternura y esperanza”.
“La oración y la Eucaristía empujan a incendiar el mundo. Esta intimidad con el fuego de Cristo que nos permite realizar obras de misericordia”, expresó.
“Al que cree que es indigno, al que no cree le repetimos lo que el Padre Pío decía: ‘Hijo mío, ¡Dios cree en ti!’ Son palabras que todos necesitamos escuchar porque estamos tentados por la banalidad de la vida’”.
Traducido por María Ximena Rondón. Publicado originalmente en ACI Stampa.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 23 de septiembre de 2016
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