Foto referencial (autor Iglesia en Valladolid (CC BY-SA 2.0))
ROMA, 04 Mar. 14 / 11:43 am (ACI ).- En un discurso de dos horas de duración durante el Consistorio dedicado a la familia en el Vaticano en el mes de febrero ante el Papa Francisco y más de 150 cardenales de todo el mundo, el Cardenal alemán Walter Kasper trató este importante tema y dedicó la última parte de su reflexión al “problema de los divorciados y vueltos a casar”.
Esta parte final ha generado una gran repercusión entre los medios de prensa. Aquí el Cardenal pregunta “si no es tal vez explotación de la persona” cuando alguien que se ha divorciado y que está en una nueva unión es excluido de la comunión, y sugiere que para “el pequeño grupo de los divorciados y vueltos a casar” tal vez podrían ser admitidos al “sacramento de la Penitencia, y luego de la Comunión”.
El director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, dijo que el discurso no sería dado a conocer, ya que fue el “punto de inicio” del debate sobre el matrimonio y la familia, y no una palabra ni una decisión final.
Los cardenales debaten ampliamente el tema de los divorciados vueltos a casar
Sin embargo, el texto completo de la alocución del Cardenal Kasper fue publicado en italiano por el diario Il Foglio el 1 de marzo bajo el título “La Biblia, el eros y la familia. La creación excluye absolutamente las teorías del género. El hombre y la mujer son unidos y son invitados a convertirse en una unidad familiar, a la virtud social, a la búsqueda de la felicidad”.
El discurso estaba dividido en diversas secciones para tratar el tema de la familia: la familia en el orden de la creación, las estructuras de pecado en la vida familiar, la familia en el orden cristiano de la redención, la familia como Iglesia doméstica, y el problema de los divorciados en nueva unión.
El Cardenal Kasper dijo al inicio que “el individualismo y el consumismo” ponen en peligro “la cultura tradicional de la familia” y por ello el número de quienes “fracasan en realizar su proyecto de vida se ha incrementado dramáticamente”.
Pese a ello, continuó, “nuestra posición hoy no puede ser la de la adaptación liberal al status quo, sino una posición radical que nos lleve a nuestros orígenes, es decir, al Evangelio”.
En el orden de la creación, el Purpurado destacó que el matrimonio y la familia “han sido ampliamente apreciados por todas las culturas en la historia de la humanidad. Es defendida como una comunidad de vida entre un hombre y una mujer, junto a sus hijos”.
Sin referirse directamente a ellas, el Cardenal negó las ideologías seculares del género y la sexualidad, explicando que “convertirse en un hombre o una mujer no es un asunto de opción personal, como afirman algunas opiniones recientes”.
Como imagen de Dios, el amor humano es hermoso, aunque no divino, dijo. Entonces, hay un problema cuando una persona “deifica” a su cónyuge, generando expectativas tan altas que no podrán ser alcanzadas: esta, dijo, es la razón por la que “muchos matrimonios fracasan”.
Hablando sobre los hijos en el matrimonio, el Cardenal Kasper indicó que la familia tiene “una tarea social y política” y es de hecho el “modelo fundamental” para el Estado, dado que la familia lo precede en tiempo y precedencia.
Sobre el pecado estructural en la vida familia, el Purpurado afirmó que no se puede tener “una idea irreal o romántica” sino que debemos “ver las duras realidades y hacer parte de la tristeza, las preocupaciones y las lágrimas de muchas familias”.
Al mismo tiempo, debemos ser “portadores de la esperanza” en vez de “profetas de la mala fortuna”, ofreciendo consuelo y alentando a las familias a perseverar a través de sus luchas.
El Cardenal Kasper se refirió luego a la familia en el orden cristiano de la redención, basándose en las palabras de Cristo en las que llama a los escribas y fariseos a considerar no la ley de Moisés, que hace concesiones “a la dura de sus corazones”, sino al plan original de Dios para la creación.
El matrimonio es una imagen de, y es “abrazada y sostenida por” el lazo entre Dios y su pueblo, en el que “la fidelidad a Dios permanece incluso cuando el frágil lazo humano del amor es debilitado, o incluso muere”.
“La promesa definitiva del lazo de la fidelidad a Dios priva al lazo humano de la arbitrariedad, y le da solidez y estabilidad”. Esta es la base de la indisolubilidad del matrimonio, dijo.
El Cardenal Kasper dijo que, como sacramento, el matrimonio “es un sanador de las consecuencias del pecado y una herramienta para la gracia santificante”. Ante la dureza de los corazones, las familias deben seguir el camino de la “conversión, la renovación y la maduración”.
Luego habló sobre la familia como Iglesia doméstica y señaló que “las familias necesitan a la Iglesia y la Iglesia necesita que las familias estén presentes al centro de la vida… sin las iglesias domésticas, la Iglesia es un extraño en el ámbito concreto de la vida”.
Los divorciados en nueva unión
Solo después de hablar sobre todos estos temas, el Cardenal Walter Kasper se refirió al asunto que ha generado controversia: “el problema de los divorciados en nueva unión”.
Destacando el gran número de personas que sufren los efectos del divorcio, dijo que “no es suficiente considerar el problema solo desde el punto de vista y desde la perspectiva de la Iglesia como institución sacramental. Necesitamos un cambio de paradigma y tenemos que –como hizo el buen samaritano– considerar la situación también desde la perspectiva de aquellos que está sufriendo y están pidiendo ayuda”.
El asunto, explicó el Cardenal, “no puede ser reducido a la cuestión de la admisión a la Comunión”, pero considera “el interés general pastoral en cuanto a los matrimonios y las familias”.
El cuidado de los pastores y su preocupación no puede “detenerse luego del fracaso del matrimonio” y ellos “tienen que permanecer cerca a los divorciados e invitarlos a formar parte de la vida de la Iglesia”.
Sobre los divorciados que están en un nuevo matrimonio civil mientras que el esposo o esposa están aún vivos, el Cardenal afirmó que la Iglesia “no puede proponer una solución que sea distinta o contraria a las palabras de Jesús. La indisolubilidad del matrimonio sacramental y la imposibilidad de un nuevo matrimonio durante la vida del otro es parte de la tradición de la fe de la Iglesia que no puede ser abandonada o deshecha, alegando una comprensión superficial o una misericordia abaratada”.
El Purpurado sugirió que la situación actual es análoga a los temas del ecumenismo y la libertad religiosa en los tiempos del Concilio Vaticano II: sin violar la tradición dogmática, el Concilio abrió puertas. “Podemos preguntarnos: ¿no sería posible que hubiera algunos desarrollos sobre este asunto también?”
La respuesta, dijo, puede ser solo dada a la multiplicidad de situaciones que “deben distinguirse con cuidado. Una solución general para todos los casos, por lo tanto, no puede existir”.
El Cardenal Kasper sugirió que “no podemos presuponer que los esposos” comprendan las condiciones de un matrimonio válido y cuestionó si la presunción de validez “no es con frecuencia una ficción legal”.
Considerando esto, el Purpurado sugirió que en vez de que el asunto de la nulidad sea decidido por una tribunal, “podríamos preguntarnos a veces… si pudieran ser posibles otros procedimientos pastorales y espirituales”.
“Como alternativa, uno podría pensar que el obispo pudiese confiar esta tarea a un sacerdote”. Sin embargo, agregó, estaría equivocado tratar de solucionar el problema como “una generosa extensión del proceso de nulidad” ya que eso crearía “la peligrosa impresión de que la Iglesia estaría concediendo, deshonestamente, lo que en realidad sería un divorcio”.
Destacando que la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1994 escribió que quienes están casados y vueltos a casar pueden recibir la comunión espiritual, cuestionó: “¿por qué, entonces, (esa persona) no puede también recibir la comunión sacramental?”
Dijo además que en los orígenes de la Iglesia, cuando alguien comenzaba una nueva relación aunque el esposo o esposa estuviera aún con vida, “luego de un periodo de penitencia tenía disponible… un salvavidas a través de la admisión a la Comunión”.
Sugiriendo “un camino de conversión” que involucre el sacramento de la confesión, preguntó “si ¿no sería también el camino que podríamos seguir en este asunto?”
Cuando alguien que se casa una vez y luego se vuelve a casar “se arrepiente del fracaso de su primer matrimonio”, y si no puede volver a ese matrimonio, y si “no puede abandonar sin gran daño” las responsabilidades del segundo matrimonio, y si “hace lo mejor que puede para vivir las posibilidades del segundo matrimonio sobre la base de la fe y criar a los hijos en la fe” y si “tiene el deseo de recibir los sacramentos como fuente de fortaleza en su situación”, el Cardenal Kasper dijo entonces que “¿debemos o podríamos negarle, luego de un periodo de una nueva orientación (metanoia), el sacramento de la penitencia y luego la Comunión?”
El Purpurado aclaró que esta no es una “solución general” sino “el camino angosto para el que es probablemente el más pequeño grupo de los divorciados vueltos a casar, aquellos sinceramente interesados en los sacramentos”. “La vida no es blanca o negra, hay, de hecho, muchos matices”, añadió.
El Cardenal Kasper enfatizó la necesidad de “discreción, discernimiento espiritual, sagacidad y sabiduría pastoral” en estos casos. “Esta discreción no es un compromiso fácil entre los extremos del rigorismo y laxitud, sino que, como toda virtud, es una perfección entre estos extremos”.
Concluyendo su discurso, dijo, “tenemos que tomar un punto de vista inicial positivo y redescubrir y anunciar el Evangelio a la familia en toda su belleza. La verdad convence a través de su belleza”.
“Necesitamos ayudar, con palabras y hechos, para asegurar que las personas encuentren la felicidad en la familia y así puedan dar a otras familias un testimonio de su alegría”.
Etiquetas: Familia, Matrimonio, Sacramentos, Divorciados, Cardenal Walter Kasper
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