Mons. Gómez respondió estas preguntas remontándose a los inicios del cristianismo. Indicó que muchos de los fieles que integraban las comunidades eran agricultores, zapateros, tejedores, herreros, carpinteros, comerciantes, constructores, panaderos, entre otros.
Sin embargo, señaló, aunque en la actualidad este tipo de trabajos son bien considerados y realizados por muchas personas, en los inicios del cristianismo, la Iglesia fue muy criticada por acoger a “gente común y corriente que desempeñaba un trabajo”.
“Las élites del mundo antiguo creían que cualquier tipo de trabajo, especialmente el trabajo manual, era algo apto solo para los esclavos. El comercio ordinario era también menospreciado como algo vulgar e indigno. Ustedes pueden encontrar esta actitud en los escritos de Platón, Aristóteles, Cicerón y otros”, explicó el Prelado.
El Arzobispo también explicó que San Pablo enfrentó el rechazo por su laboriosidad y estaba orgulloso de trabajar para poner el pan en la mesa.
“Nos fatigamos, trabajando con nuestras propias manos…Cuando somos calumniados respondemos con amabilidad”, decía San Pablo.
Asimismo, añadió que la Iglesia Católica es la primera institución en la historia humana en respetar la dignidad del trabajo. Es más, “no hay ningún otro libro sagrado que tenga más qué decir sobre el trabajo que la Biblia”.
Mons. Gómez puso como ejemplo al Beato Salvador Huerta Gutiérrez, mártir de la guerra cristera en México, conocido por su profesionalismo y gran habilidad.
Huerta Gutiérrez nació en 1880, en Magdalena, estado de Jalisco. Estudió música, sobre todo ópera y canto coral. También trabajó como técnico de explosivos en las minas y después abrió un taller de automóviles en Guadalajara. Fue un buen esposo y padre de diez hijos.
“Su taller llegó a ser conocido como el mejor de la ciudad por su honestidad, integridad y por la elevada calidad de su servicio”, indicó Mons. Gómez.
El Beato recibía diariamente la Eucaristía y visitaba con frecuencia el Santísimo Sacramento: “el punto importante es que el Beato Salvador no era un buen mecánico y un buen hombre de negocios que casualmente también era un buen católico. Más bien, él era un buen mecánico y un buen hombre de negocios, precisamente porque era un buen católico”, manifestó el Arzobispo de Los Ángeles.
“Desde el principio, la Iglesia Católica siempre ha sido el hogar espiritual de gente como Salvador Huerta Gutiérrez, es decir, de hombres y mujeres trabajadores: empresarios, propietarios de pequeños negocios, obreros”, puntualizó Mons. Gómez.
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