Mons. Francisco Pérez González. Foto: Conferencia Episcopal Española
MADRID, 23 Oct. 13 / 11:17 pm (ACI/EWTN Noticias ).- El Arzobispo de Pamplona y Tudela (España), Mons. Francisco Pérez González, escribió la carta pastoral titulada “Creo en la Santa Iglesia Católica” en la que aclaró que "creer en la Iglesia no es creer en una doctrina, un concepto, una idea, sino que es una experiencia vital".
En el texto, el Prelado dijo que precisamente la expresión “madre Iglesia” es la que "mejor expresa su naturaleza, lo que es en realidad, pues realiza las funciones de madre espiritual a imagen de la madre natural". Recordó que San Cipriano advirtió que “no puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por madre".
El Arzobispo destacó que esta "idea de 'madre Iglesia' debe estar presente a lo largo de estas reflexiones como clave, prisma de visión o idea transversal que enfoca todo comentario". El Papa Francisco, recordó, señaló que "la Iglesia es nuestra madre y todos somos parte de ella; una madre misericordiosa, que comprende, que intenta ayudar, que no juzga sino que ofrece el perdón de Dios".
En ese sentido, advirtió que la expresión “Cristo sí, Iglesia no” es la negación misma del cristiano, porque "la Iglesia es la prolongación de Cristo en el tiempo y la formamos todos, desde el Papa hasta el último recién bautizado".
Explicó que la Iglesia es "una prolongación de la acción de Cristo, guiada por el Espíritu Santo, caminando hacia la casa del Padre. Es el sacramento de Cristo y del Espíritu". Por ello, quienes dicen que la Iglesia es una estructura, una institución, un conjunto de leyes, una jerarquía "se quedan sólo en lo exterior y en la periferia del ser de la Iglesia", porque "la única y gran ley que la conduce es la caridad".
"Está al servicio de la humanidad entera de quien recibe como pueblo de Dios sus hijos. Ejerce de buena samaritana del mundo, como Jesús, sirviendo a los más necesitados. Éste es el rostro auténtico y amable de la Iglesia madre", afirmó Mons. Pérez.
En ese sentido, el Prelado explicó que los santos y los mártires son los mejores hijos de la Iglesia y "exclamaban: amo a mi madre la Iglesia, creo en ella, entrego mi vida para ella. Entendían que así como a la madre se le quiere a pesar de sus arrugas, así mismo se ama a la Iglesia que durante siglos ha sufrido los avatares de la historia y se le ha pegado el polvo de mil caminos del mundo".
Por eso, precisó que "a pesar de los pecados de los miembros de la Iglesia, de las tensiones que siempre ha habido y habrá, a pesar de los defectos el fiel creyente siempre ama a la Iglesia porque ella nos ha engendrado para la vida de la fe".
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