Mons. Alfredo Zecca. Foto: Consejo Provincial de Educación Católico
BUENOS AIRES, 09 Jul. 14 / 10:34 am (ACI/EWTN Noticias ).- El Arzobispo de Tucumán, Mons. Alfredo Zecca, aseguró que “ser nación implica haber podido trabajar duro –y juntos– más allá de las legítimas diferencias y desencuentros que hubo, hay y siempre habrá, en la búsqueda de un bien que por ser común implica una totalidad que, paradójicamente, es superior a la mera suma de las individualidades” y advirtió que la unidad es “indispensable” para ser nación.
El Prelado presidió el solemne tedeum por el 9 de Julio en la Catedral Nuestra Señora de la Encarnación, adonde acudieron autoridades nacionales, provinciales y municipales.
“Si no hay unidad no hay nación. Así de simple y así de dramático. La común identidad que, de ninguna manera es uniforme sino plural, es una exigencia indispensable para ser pueblo, para ser nación. Más aún, es precisamente esa unidad la que nos permite abrirnos al mundo con rostro propio, con fortaleza y vigor, con un proyecto definido y comprometido para beneficiar a todos y, al mismo tiempo, proteger especialmente a los más vulnerables”, sostuvo.
Mons. Zecca destacó que los padres de la Patria hayan optado fundar la nación teniendo en cuenta a Dios y que la Constitución de 1853 se haya consagrado “invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia”, porque, afirmó, “este matiz particular forma parte de nuestra identidad, de nuestra idiosincrasia como argentinos. Está en nuestra forma de ser, en nuestra historia, en las ideas y sentimientos que edificaron este bendito país”.
“De este modo la Argentina se abrió al mundo con una actitud de generosidad, de acogida e integración de todos los hombres que quisieran habitar su suelo, actitud que tiene, en su mismo fundamento, a Dios y a la religión cristiana”, subrayó.
El Prelado aclaró que “no afirmo esto por razones meramente históricas. Lo afirmo porque, precisamente, Dios y la religión, son la clave de bóveda de una cultura, clave donde se decide, para bien o para mal, el destino de una nación. Al reconocer nuestros Padres a Dios como ‘fuente de toda razón y justicia’, lo reconocieron como el fundamento más profundo de nuestro ser nación, destinado a influir, necesariamente, en todos los restantes ámbitos de la cultura. No es lo mismo, en efecto, edificar un pueblo desde Dios, que intentar hacerlo sin Él”.
Tras asegurar que el concepto de nación tiene profundas raíces en la revelación divina, valoró que el mestizaje cultural no haya impedido recibir “a las más diversas tradiciones religiosas dando así inicio a un fecundo diálogo interreligioso que tiene, como presupuesto común y compartido por todos -muy especialmente por las tres grandes religiones monoteístas- a Dios providente, Señor de la historia”.
“Con esta riqueza de patrimonio común es como queremos seguir construyendo la nación, fieles a la profesión de fe de los constituyentes de 1853 en ‘Dios, fuente de toda razón y justicia’. Estamos convencidos de que sólo unidos a Dios y sabiéndonos entre nosotros hermanos podremos impregnar nuestro accionar con la Ley divina en la que se fundamentan, últimamente, las únicas virtudes capaces de vivificar nuestra sociedad y, en consecuencia, nuestros emprendimientos como argentinos”, agregó.
El Arzobispo tucumano alertó, sin embargo, que “la riqueza de nuestro patrimonio común es hoy puesta en cuestión por algunos y directamente negada por otros con la intención de instaurar entre nosotros ideologías que son totalmente ajenas a nuestra identidad, historia y conciencia nacional”.
Lamentó luego que, en este momento particularmente importante de nuestra historia patria, haya quienes “pretendan encontrar los fundamentos de nuestra nacionalidad en meras regulaciones que se derivarían – supuestamente – de disputas de poder entre grupos que han perdido de vista el bien común del cuerpo social”.
“Cuando se afirma arbitrariamente la ley positiva como única fuente de derecho, negando la ley natural, se abre la puerta a toda arbitrariedad y se atacan los fundamentos últimos sobre los que reposa la argentinidad bien entendida, nuestra más pura tradición, nuestro rostro, nuestra identidad como pueblo”, aseveró.
“Además, una sociedad arraigada firmemente en Dios no puede ser sino una sociedad naturalmente ‘inclusiva’, ‘integradora’ ‘no discriminadora’ y esta sociedad se convierte, por ello mismo, en una sociedad ‘dialogante’ donde el encuentro en torno de una ‘verdad’ anterior y superior al mismo diálogo puede fundar un sólido ‘consenso’ en el que, a pesar de toda legítima diferencia, podamos encontrar el punto de apoyo para seguir caminando juntos”.
“Una sociedad así busca la comunión y trata de solucionar el conflicto. Lamentablemente esta visión se deja de lado cuando se pretende construir desde el conflicto; en cambio, todo es posible para un pueblo que busca la comunión entre sus miembros”, resaltó.
Mons. Zecca consideró que “también asistimos a una acentuación, siempre bienvenida, del respeto por los derechos humanos”, pero lamentó que “no siempre se trata de todos los derechos porque, por ejemplo, el elemental derecho a la vida y el derecho a la libertad religiosa – como ha quedado en evidencia con la burla y blasfemia contra la Santísima Eucaristía en la catedral de La Plata – no siempre son respetados”.
“Si perdemos el sentido del respeto por lo sagrado vamos camino a una disolución y de ninguna manera a una integración. Me pregunto si la proliferación de leyes, disposiciones y documentos sobre la necesidad de no discriminar, de integrar y de incluir -más allá de que, en algunos casos, las mismas formulaciones presenten serios reparos de conciencia para muchos ciudadanos-, no nos advierten, precisamente, que hemos perdido en nuestra sociedad – y especialmente en nuestra convivencia – los valores humanos más fundamentales”, precisó.
El arzobispo también advirtió con dolor que “en muchas oportunidades los cristianos somos burlados, discriminados y hasta marginados del proyecto de nación. Se nos quiere relegar a la vida privada en el más estricto sentido del término descartándonos – o, al menos, poniéndonos dificultades- como actores de la vida pública del país”, y reconoció que “así cuesta mucho a un político cristiano contrarrestar el clima que generan algunos políticos – no todos, gracias a Dios – muchas veces hostil a los propios principios; cuesta mucho a un médico católico practicar su profesión de un modo no reñido con sus propias convicciones; cuesta mucho a un docente creyente no sucumbir ante corrientes pedagógicas hoy en boga que son cuestionables en su cosmovisión y que dejan poco margen a la Ley natural y a la religión que pertenecen a nuestras más caras tradiciones patrias; cuesta mucho a los padres cristianos llevar adelante la educación de sus hijos fundada en los principios religiosos”.
“Todo esto cuesta porque el ambiente cultural que nos rodea ya no nos es propicio a los que intentamos construir la propia vida, la familia y la patria, desde la fe, la justicia, la solidaridad y el mutuo respeto por todos y cada uno de los miembros de la sociedad, sin excluir a nadie”.
Mons. Zecca llamó a los cristianos a una mayor presencia “en lo social con el anuncio de la fe y el compromiso con la promoción humana, la justicia, la solidaridad y la paz, constituye para nosotros los cristianos un capítulo insoslayable”, y pidió al pueblo y a las autoridades que “juntos sigamos el sendero que nos trazaron nuestros Padres”.
E insistió en que “la sociedad tiene todo el derecho de esperar una rica y auténtica contribución de los católicos al afianzamiento del bien común de todos. Mantengámonos, entonces, firmes en esta hora de la historia sin claudicar de nuestras responsabilidades como ciudadanos y como cristianos. Porque –recordemos el Evangelio – si la sal pierde su sabor ¿con qué se la volverá a salar?”
Por último, Mons. Zecca terminó con palabras del himno del Congreso Eucarístico que, dijo, “Dios mediante, celebraremos en 2016 y al que, esperamos, pueda asistir el papa Francisco: ‘Argentina, canta y camina, contigo está Jesús. Señor de nuestra historia, necesitamos tu amor’”.
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